Sonia González
Directora y psicóloga en Psyfeel
El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) implica ansiedad y preocupación excesiva ante múltiples situaciones o actividades.
Todos sentimos ansiedad y preocupación en algún momento de nuestra vida; nos preocupamos por tener salud, por problemas familiares y de pareja, por dinero, etc. Estas preocupaciones son normales, son aspectos de nuestra vida que nos importan y, por tanto, nos preocupa que no existan problemas.
Sin embargo, la persona con ansiedad generalizada se preocupa de forma excesiva y desproporcionada ante situaciones cotidianas que, en la mayoría de ocasiones, no suponen ningún peligro o no deberían ser una preocupación.
Estas preocupaciones no son fáciles de controlar y le llevan a experimentar malestar y a tener dificultad para concentrarse en las actividades de la vida cotidiana.
La ansiedad es continua y persistente. Pueden preocuparse por cosas como llegar tarde a clase, no tener tiempo de terminar las tareas de la casa, tener que ir a comprar, llevar el coche al taller, etc. Estas situaciones no deberían suponer ansiedad o no deberían implicar tanta preocupación. Son cosas que pasan muchas veces en el día a día y que no suponen peligro ninguno.
Vivir con ansiedad generalizada se convierte en un desafío para la persona. La persona con ansiedad generalizada tiene ansiedad todos o casi todos los días y, para el diagnóstico, se requiere que esto pase durante al menos seis meses.
Podemos diferenciar cuatro tipos de síntomas en la ansiedad generalizada: síntomas cognitivos, síntomas emocionales, síntomas físicos y síntomas conductuales.
En la parte cognitiva o del pensamiento y algo muy determinante es que la persona con TAG presenta continuamente pensamientos sobre que las cosas son amenazantes, cuando en realidad no lo son.
Es algo parecido a lo que pasa en el trastorno de ansiedad anticipatoria, donde la persona anticipa una y otra vez cosas negativas que van a ocurrir en las situaciones. En el Trastorno de Ansiedad Generalizada no tiene por qué existir una causa justificable Simplemente todas las situaciones le crean preocupación. Cuantas más situaciones generen preocupación, más probabilidad hay de desarrollar este trastorno.
Además, la persona piensa demasiado en planes o soluciones ante problemas que a lo mejor no son ni siquiera problemas, plantea siempre los peores resultados posibles. El resultado final es que muchas veces se bloquea, se queda en blanco o tiene problemas para concentrarse.
A nivel emocional, aparece una preocupación constante y desproporcionada con las situaciones. La persona se preocupa por cosas cotidianas, que no suponen ningún peligro o que no tendrían que tener un impacto tan grande.
También aparece una gran incertidumbre e indecisión. Esto provoca dificultad para lidiar con las situaciones aunque sean cotidianas, la persona siempre tiene miedo a meter la pata o tomar alguna decisión equivocada.
La persona es incapaz de relajarse o de olvidarse de estas preocupaciones cotidianas, esto le lleva a sentirse nerviosa o tener la sensación de estar al límite.
En cuanto a los síntomas físicos, aparecen los propios de la ansiedad: fatiga, temblores, aumento de la tasa cardíaca, visión borrosa, respiración acelerada, sudor, boca seca, trastornos en el sueño, dolores musculares o mareos por somatización, náuseas o mareos, necesidad de ir al baño continuamente, etc.
Todo el malestar que generan los pensamientos, las emociones y las reacciones físicas llevan a la persona a realizar algunas conductas que, lejos de solucionar el problema, lo incrementan. Estas conductas tienen que ver con evitar o escapar de las situaciones que generan malestar.
Teniendo en cuenta que en un trastorno de ansiedad generalizada las situaciones que generan malestar son muchas, esto hace que la vida de la persona se vea limitada en muchos sentidos.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada se va fraguando a lo largo de la vida. Comienza lentamente durante la adolescencia o la adultez temprana y va incrementándose en el tiempo.
Los síntomas pueden empeorar o mejorar en algunos momentos de la vida. Normalmente los síntomas empeoran en momentos de mayor estrés (en época de exámenes, cuando hay algún conflicto familiar o con amigos, etc.).
No se reconoce una causa única para este tipo de ansiedad.
Como en muchos problemas psicológicos, la ansiedad generalizada tiene una parte de genética. Se ha atribuido la influencia del factor hereditario hasta a un tercio de la causa de la ansiedad. Por este motivo, es común encontrar en una familia a varias generaciones con ansiedad.
Por otra parte, otros aspectos como el temperamento de la persona o la baja autoestima, pueden influenciar en que aparezca este trastorno.
Así mismo y aunque no hay un detonante específico, se sabe que los acontecimientos vividos, es decir, determinados factores ambientales, pueden jugar un papel fundamental. Y es que el cómo se desarrolle nuestra vida, los traumas y situaciones complicadas que hayamos vivido y cómo estos acontecimientos moldean nuestra forma de ser y de actuar, determina en gran medida nuestros problemas psicológicos.
La ansiedad generalizada supone un malestar constante en la persona. Implica ansiedad y nerviosismo ante múltiples circunstancias, por lo que la persona que lo padece nunca está tranquila.
La preocupación constante lleva a que exista una disminución de la concentración que, obviamente, afecta a la realización de las actividades cotidianas. Por ejemplo, tener ansiedad generalizada puede suponer que seamos menos eficaces en nuestro trabajo o en los estudios.
Pensar y analizar siempre las situaciones, incluso las más cotidianas, supone que vamos a perder una gran cantidad de tiempo en estas preocupaciones.
Así mismo, algunas personas dejan de realizar algunas actividades, placenteras o incluso cotidianas, por la ansiedad que le provocan. Esto puede ser altamente limitante.
Además, padecer ansiedad generalizada se asocia en ocasiones a la presencia de otras alteraciones psicológicas: ataques de pánico, distimia, depresión, etc.
El año de pandemia ha supuesto muchas consecuencias a nivel psicológico en la población mundial. La ansiedad, la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo y otras alteraciones, han incrementado su incidencia debido al COVID-19.
La ansiedad generalizada también se ha incrementado. Y es que, si a la persona con TAG antes le preocupaban las cosas, tener un factor que incrementa el peligro hace que incremente también la ansiedad. Esta ansiedad generalmente está asociada a una anticipación de un peligro y, con el coronavirus esta anticipación está un poco más justificada.
Así mismo, las restricciones de la pandemia han limitado nuestra vida y nuestras actividades cotidianas y de ocio. Durante estas limitaciones, dejar de realizar algunas actividades ha podido ser un alivio para la persona con ansiedad.
No obstante, la vuelta a la normalidad provoca que esta ansiedad sea mayor, ya que la persona ha estado evitando lo que le crea malestar. Evitar las situaciones de ansiedad no soluciona el problema, sino que lo mantiene e incrementa.
El tratamiento de la ansiedad generalizada más utilizado es la terapia psicológica y, dentro de esta, la terapia cognitivo conductual.
Con terapia psicológica podrás aprender a identificar las situaciones que generan ansiedad y comprender por qué respondes de esta manera. La psicoterapia te ayudará además a afrontar las situaciones con mayor seguridad y tranquilidad, aprendiendo a reducir la ansiedad y el malestar asociado.
Para ello se utilizan diferentes técnicas, siempre diseñando un programa de terapia individual adaptado a la persona. Algunas de las técnicas más utilizadas son la restructuración cognitiva para cambiar algunos pensamientos o las técnicas de desactivación para reducir los síntomas físicos de la ansiedad.
Superar la ansiedad generalizada, en la mayoría de los casos, requiere de ayuda profesional. Aún así, podemos dar algunos consejos para reducir un poco la ansiedad:
Por ejemplo, «voy a meter la pata en la conferencia y todos se van a reír de mí» es un pensamiento negativo. Que cometamos un error puede ocurrir, pero no es una afirmación, es solo una opción entre muchas. Es mucho más coherente pensar que no tiene por qué salir mal, que en otra ocasiones lo hemos hecho bien, que si sale mal tampoco tiene por qué ocurrir que los demás se rían de mí, etc.
Dormir las horas suficientes y con un sueño de calidad es esencial para la estado de ánimo y la relajación del cuerpo.
Se sabe que la alimentación está directamente relacionada con el bienestar general. Así mismo, la forma en la que comemos también puede afectar a nuestro estado de ánimo y nuestro bienestar (por ejemplo, comer rápido no solo nos sienta mal físicamente, sino que incrementa la sensación de ansiedad).
Consumir cafeína puede incrementar la ansiedad en personas propensas a ello.
Las técnicas de relajación pueden ser muy útiles de cara a situaciones que generan estrés. Técnicas de respiración, de relajación muscular, mindfulness, etc.
El alcohol, por ejemplo, es un depresor, por lo que puede crear la falsa ilusión de que nos relaja. No obstante, cuando desaparece el efecto depresor, los síntomas posteriores o de abstinencia son similares a los que aparecen en una situación de ansiedad. Consumir alcohol no disminuye la ansiedad, sino que ayuda a que se mantenga.
Aunque parezca una buena forma de reducir la ansiedad, lo que hace a la larga es mantenerla o incrementarla.
Solicita ayuda a un profesional, sobre todo si no puedes cumplir los consejos básicos (dormir bien y alimentarse bien).