Maite Pérez Reyes
Redactora en Psyfeel
Según datos actualizados del DSM-5 estamos ante el trastorno alimentario más prevalente en nuestra sociedad. Afecta aproximadamente al 2-3% de la población —más que la anorexia y la bulimia combinadas— y sin embargo, pese a su alta prevalencia, sigue siendo el gran desconocido, pasando incluso desapercibido para muchos profesionales sanitarios.
Primero, aclaremos qué no es un atracón. Comerte una pizza entera viendo alguna película un sábado o repetir tarta en un cumpleaños, no necesariamente constituye un atracón clínico.
Un atracón se define como el consumo de una cantidad de alimento definitivamente superior a lo que la mayoría de las personas comerían en un período similar y en circunstancias parecidas. Pero la cantidad no es el único criterio; lo que verdaderamente define un atracón es la sensación de pérdida de control. Las personas describen sentir que "no pueden parar" o que "están en piloto automático" durante el episodio.
El Trastorno de Atracón, como primer criterio diagnóstico, implica la presencia de episodios caracterizados por comer en un período discreto de tiempo una cantidad de alimento muy superior a lo que la mayoría comería en esas circunstancias, acompañado además de una sensación de falta de control sobre lo que se come durante el episodio.
El segundo criterio requiere que los episodios de atracón se asocien con al menos tres de los siguientes cinco comportamientos característicos:
El tercer criterio diagnóstico es que debe existir malestar significativo respecto a los atracones. Este malestar psicológico distingue el trastorno clínico de episodios ocasionales de sobrealimentación. Las personas experimentan angustia intensa, autodesprecio y desesperanza relacionados con su alimentación.
El cuarto criterio diagnóstico es la frecuencia en la que ocurren los episodios: los atracones deben ocurrir, en promedio, al menos una vez por semana durante tres meses.
Finalmente, como quinto criterio, el atracón no se asocia con el uso recurrente de conductas compensatorias inapropiadas como en la bulimia nerviosa. No hay conductas compensatorias sistemáticas, no hay vómitos provocados, no hay abuso de laxantes, no hay jornadas maratonianas de gimnasio para "quemar" lo consumido. Esta ausencia de purgas regulares distingue fundamentalmente el trastorno de atracón de la bulimia y es la diferencia crucial para el diagnóstico diferencial y orienta completamente el abordaje terapéutico.
Los síntomas físicos que pueden indicar atracones frecuentes incluyen fluctuaciones significativas de peso, problemas gastrointestinales como acidez y estreñimiento, fatiga crónica, y problemas para dormir.
Los síntomas emocionales son igualmente reveladores. Los pacientes tienen una preocupación por la comida que se vuelve obsesiva, así como por el peso y la figura. Por otro lado, experimentan ansiedad cada vez que enfrentan a situaciones que implican comer en público o situaciones sociales. Todo esto puede derivar en cambios importantes de humor, llegando a estar muy irascibles y finalmente deprimidos.
Desde una perspectiva neurobiológica, el trastorno de atracón implica una tormenta perfecta de alteraciones neuroquímicas. La dopamina —ese neurotransmisor del placer y la recompensa— muestra patrones erráticos. Los estudios con resonancia magnética funcional revelan que el cerebro de alguien con trastorno de atracón reacciona ante la comida de forma similar a como reacciona el cerebro de una persona con adicción ante su sustancia de elección.
La serotonina, por su parte, anda por los suelos. Y aquí viene lo interesante: niveles bajos de serotonina se asocian con mayor impulsividad y peor regulación emocional. Por eso algunos antidepresivos que aumentan la disponibilidad de la serotonina en el cerebro, pueden ayudar, pero siempre bajo supervisión psiquiátrica.
En una buena parte, sí. Algunos estudios realizados con gemelos sugieren que entre el 40-60% del riesgo puede atribuirse a factores genéticos. Si tus padres o hermanos han tenido problemas con la alimentación, tu riesgo podría aumentar. Pero predisposición no es destino ya que tener los genes no significa que desarrollarás el trastorno inevitablemente.
Es fundamental considerar que entre el 30-50% de personas con trastorno de atracón reportan algún tipo de trauma infantil. El atracón “apaga” por un tiempo las emociones insoportables, funcionando f como un mecanismo de disociación.
¿Has sentido cómo, después de un día especialmente agobiante en el trabajo, lo único que quieres es llegar a casa y "disfrutar" con la comida? Pues si multiplicamos esa sensación por mil y le añadimos patrones aprendidos durante años, podemos empezar a entender la complejidad de esta relación entre trauma y atracón.
Comer se convierte en un modo de aliviar emociones difíciles al menos por un buen rato.
Lo que les ocurre a muchas personas que sufren trastorno de atracón es que nunca aprendieron estrategias saludables para manejar emociones intensas. La comida se convierte en el método principal para lidiar con estrés, ansiedad, tristeza, soledad o incluso aburrimiento. Este patrón se refuerza porque la comida efectivamente proporciona consuelo temporal a través de mecanismos neurobiológicos.
Paradójicamente, uno de los mayores factores de riesgo para desarrollar trastorno de atracón es hacer dieta. Los adolescentes que hacen dietas tienen hasta 18 veces más probabilidad de desarrollar un trastorno alimentario.
La investigación longitudinal muestra que adolescentes que hacen dietas tienen 18 veces más probabilidades de desarrollar un trastorno alimentario que quienes no hacen dietas. La restricción calórica activa respuestas de hambre biológicas intensas y crea una mentalidad de privación que hace que ciertos alimentos se vuelvan obsesivos y "prohibidos".
Entendamos el mecanismo: El déficit calórico severo activa mecanismos de supervivencia ancestrales. Tu cerebro interpreta la dieta como hambruna y responde aumentando obsesivamente el deseo por comida. El ciclo restricción-atracón es bien conocido en la literatura científica: Haces dieta estricta (lunes a viernes eres "perfecto");Tu cuerpo y mente experimentan hambre física y emocional y gritan por energía; Llega el fin de semana y "pierdes el control" con un episodio de atracón; Te sientes culpable y prometes ser más estricto; y vuelta a empezar.
Contrario a lo que muchos piensan, no todas las personas con trastorno de atracón tienen sobrepeso. Aproximadamente el 30-40% mantienen un peso considerado "normal". El peso no define el trastorno ni su gravedad. Las consecuencias médicas, sin embargo, son reales y preocupantes:
A nivel metabólico:
A nivel gastrointestinal:
La comorbilidad con otros trastornos mentales es la regla más que la excepción. Aproximadamente el 50% de personas con trastorno de atracón cumple criterios para depresión mayor, el 65% para algún trastorno de ansiedad, y tasas significativas presentan trastorno de estrés postraumático, trastornos de personalidad, y abuso de sustancias.
El aislamiento social progresivo es casi inevitable. Empiezas rechazando invitaciones donde habrá comida. Luego evitas cualquier situación social. Al final, tu mundo se reduce a ti, tu vergüenza y tu nevera.
Si estás leyendo esto y te reconoces, ya tienes tu respuesta. Pero por si necesitas algo más concreto, hazte estas preguntas:
Si has dicho sí a varias, es hora de buscar ayuda.
La terapia psicológica es imprescindible.
La Terapia Cognitivo-Conductual sigue siendo lo que mejor funciona. Entre el 60-80% de las personas mejoran significativamente. Ayuda a identificar qué dispara tus atracones, a establecer un patrón de comidas, a desarrollar formas de lidiar con las emociones que no impliquen comida y a desmontar todas esas creencias dañinas sobre tu cuerpo y tu valor como persona. Esta terapia enseña estrategias de regulación emocional que incluyen: técnicas de relajación, resolución de problemas, asertividad, y activación conductual.
La Terapia Dialéctico-Conductual (DBT) es la elección preferida cuando hay trauma significativo o desregulación emocional severa. Te enseña cuatro habilidades clave:
La Terapia Interpersonal (TIP): Su enfoque proporciona una visión centrada en como las dificultades en las relaciones interpersonales del paciente influyen en su trastorno de atracón.
La investigación muestra que conflictos relacionales, pérdidas, transiciones de roles, y déficits en habilidades sociales pueden desencadenar y mantener atracones. La TIP trabaja en mejorar las relaciones y desarrollar formas más saludables de manejar problemas interpersonales.
Aunque la TIP puede tardar más tiempo en dar resultados, algunos estudios comparativos ponen de manifiesto que puede ser tan eficaz como la TCC.
El Vyvanse (lisdexanfetamina) actualmente figura como único medicamento específicamente aprobado para trastorno de atracón. Estudios reflejan que reduce los episodios en un 40-50%. Pero tiene sus efectos secundarios y no es para todos. Está contraindicado si existen problemas cardíacos, hipertensión no controlada o historial de abuso de sustancias.
Los antidepresivos ISRS como la fluoxetina o sertralina se plantean como opciones más seguras para muchos pacientes, especialmente los que además padecen depresión o ansiedad asociada. El topiramato puede ser efectivo, pero los efectos secundarios son muy fuertes.
Lo mejor como siempre es acudir a tu profesional de confianza para que elija el mejor tratamiento para ti.
Un nutricionista especializado en TCA (no cualquier nutricionista) es fundamental. Pero cuidado: el objetivo NO es hacer dieta. Es normalizar la relación con la comida. Esto implica eliminar la mentalidad de "alimentos prohibidos", establecer horarios regulares de comida, y aprender a confiar en las señales de tu cuerpo, que sabe perfectamente cuándo tiene hambre y cuándo está saciado.
La recuperación no es lineal; es normal tener retrocesos ocasionales.
La recuperación no es un destino al que llegas y ya está. Es más bien una forma de viajar. Algunos días serán buenos y otros no tanto. Pero poco a poco, los días buenos serán más frecuentes. Lo importante es mantener el compromiso con el tratamiento y practicar la paciencia y autocompasión
No significa que nunca más comerás emocionalmente. Significa que cuando lo hagas, no se convertirá en una espiral de autodestrucción.
No significa que amarás tu cuerpo todo el tiempo. Significa que tu valor como persona no dependerá de lo que pese la báscula.
No significa que la comida dejará de ser importante. Significa que ocupará el lugar que le corresponde: importante, pero no lo único importante.
Tu relación con la comida puede cambiar y tu vida puede mejorar.