Sonia González
Directora y psicóloga en Psyfeel
Pero, empecemos por el principio. ¿Qué es el amor? El amor es un sentimiento. Y un sentimiento es la interpretación de algunas emociones. Es decir, para amar tenemos que sentir emociones y luego pensar e interpretar el impacto de estas emociones sobre nosotros. Si quieres saber más de esto puedes leer nuestro artículo sobre diferencias entre sentimiento y emoción.
Para que me entiendas mejor, cuando ves a esa persona puedes sentir alegría, mariposas que te recorren el estómago y te hacen sentir bien. Esta alegría no es más que una emoción, un acto reflejo instintivo cuando ves a alguien que te atrae. El amor llega un poco después, cuando te pones a pensar sobre lo que sientes al ver o estar con esta persona. Nuestra mente hace un procesamiento automático en el que aparecen cuestiones como las siguientes: “¿por qué me siento tan alegre?, ¿puede ser que sienta amor por esta persona?, me apetece estar con esta persona, me gustaría pasar mucho más tiempo con esta persona”, “creo que me estoy enamorando”.
Y esto es el amor, es el sentimiento hacia una persona o hacia uno mismo, que se despierta después de experimentar algunas emociones. Interpretamos lo que otra persona nos hace sentir o lo que nosotros mismos nos hacemos sentir.
Habitualmente creemos que el amor llega, sin más, sin explicación, aparece o no aparece y no podemos luchar contra ello. No obstante, lo cierto es que en la capacidad de amar influyen muchos aspectos.
Efectivamente, algunos de esos aspectos son controlables y otros no tanto. Todos los seres humanos, por naturaleza, experimentamos emociones. Es algo universal e identificable. No obstante, los sentimientos son más difíciles. La interpretación que hagas de esas emociones dependerá de muchas cosas.
Lo que más influye en que sepamos o no sepamos amar, como puedes imaginar, son las experiencias que hemos vivido a lo largo de nuestra vida. Si hemos tenido experiencias con vínculos positivos con otras personas, es posible que no tengamos dificultades a la hora de sentir y entender el amor. No obstante, si nuestra vida ha sido un poco más complicada y los vínculos han sido dudosos, probablemente experimentemos más dificultades.
El amor también dependerá de otros aspectos, que incluso pueden ser biológicos. Es decir, por ejemplo, una persona con poca empatía, tendrá más dificultades para amar. No obstante, lo que más influye en que sepamos amar es el tipo de apego que hayamos aprendido en nuestra vida.
El apego influye mucho en las relaciones que establecemos a lo largo de nuestra vida. El apego es el vínculo afectivo que experimentamos hacia nuestros progenitores o las personas más cercanas cuando somos niños (aunque no sean los padres biológicos). Después, extendemos el tipo de apego que hemos aprendido a nuestra vida futura.
El apego es algo que se aprende, depende del entorno en el que nos hayamos criado. Existen diferentes tipos de apego. Para tener buenas relaciones o vínculos con otras personas lo ideal es haber aprendido a tener un apego seguro con las personas. Un apego seguro surge cuando de pequeños tenemos un vínculo bueno con el adulto, el cual nos permita tener seguridad, pero también un poco de independencia y libertad. Ni demasiado apegados, ni demasiado independientes, este es el punto ideal para establecer buenas relaciones en el futuro.
El problema a la hora de establecer vínculos normalmente viene cuando en la infancia se han aprendido otro tipo de apegos: el apego ansioso, el apego evitativo o el apego desorganizado.
El apego ansioso normalmente surge cuando el niño no confía en sus padres. Habitualmente no confía porque ha tenido una de cal y otra de arena; es decir, en ocasiones ha tenido la seguridad y la presencia de sus padres y en otras ocasiones no. Si crecemos con este apego es posible que nos sintamos inseguros y con miedos a la hora de establecer relaciones en un futuro.
Por otra parte, el apego evitativo aparece cuando ha existido un abandono emocional por parte de las figuras de referencia (es decir, cuando no hemos tenido en ningún momento esa seguridad, porque nos hayan abandonado física y/o emocionalmente). La carencia de apego en la infancia está relacionada con muchas dificultades a la hora de establecer vínculos y de entender e interpretar emociones. Si quieres saber más sobre esto puedes leer nuestro artículo sobre las heridas por abandono.
Igualmente, el apego desorganizado, supone que los padres han tenido conductas negligentes en la crianza de sus hijos, lo cual también genera desconfianza e inseguridad.
Si tienes dificultades para amar de forma sana y segura, es posible que hayas aprendido un tipo de apego poco adaptativo a lo largo de tu vida, o que tus vínculos hayan sido dudosos o poco seguros. No te preocupes, tiene solución y se puede aprender a amar mejor. Te damos algunas pautas para aprender a amar a otras personas.
Es importante que conozcas cómo te vinculas con el resto. ¿Qué tipo de apego recibiste en tu infancia?, ¿crees que te ha influido en el futuro?, ¿cómo es el apego de ahora hacia las personas?
Si tu apego no ha sido seguro, es posible que a la hora de relacionarte experimentes algunas dificultades. Analizar qué dificultades tienes puede ser útil para poder aprender a amar más al otro y resolver los problemas interpersonales.
Estamos acostumbrados al romanticismo y los mundos irreales. Tenemos que tener en cuenta que amar bien y aprender a amar no implica que tu historia sea como la novela de Romeo y Julieta.
Los celos en exceso y sin motivo pueden dificultar las relaciones y no son una buena opción. Hay que saber si los celos son infundados, es decir si tienes razones para tenerlos, o dependen de pensamientos distorsionados o irracionales.
Mejorar en la comunicación y respetar pasa por aprender a ser asertivos cuando hablamos o comunicamos cosas al resto. A veces nos acostumbramos a tener actitudes pasivo-agresivas, que no facilitan el vínculo con el otro. Te invito a que leas nuestro artículo sobre comportamiento agresivo-pasivo.
En las relaciones tenemos que saber hasta dónde podemos llegar. Para tener una relación sana hay que poner algunos límites, no podemos dejar que el otro nos sobrepase o sobrepasar nosotros al otro.
Está muy bien que sepamos amar al resto, pero no nos olvidemos de nosotros mismos. Aprender a amarnos es esencial para luego poder amar a los otros. Te dejamos algunos consejos para quererte mejor.
Cuando no nos queremos detrás suele haber una baja autoestima. La autoestima se moldea a lo largo de los años, es algo que también se aprende y se puede mejorar. Analiza qué aspectos te gustan y cuáles no te gustan de ti mismo. Piensa sobre qué aspectos se pueden cambiar y cámbialos. Aquellos que no podamos cambiarlas tenemos que aprender a verlos y vivirlos desde otra perspectiva. Aprender a aceptarse a uno mismo es esencial para encontrar el equilibrio.
A veces no nos queremos porque hemos elaborado pensamientos poco realistas sobre quiénes somos y qué nos caracteriza. Es importante analizar si lo que pensamos de nosotros es cierto o está distorsionado.
Un pensamiento distorsionado habitual es solo fijarnos en lo negativo y no en lo positivo. Todos tenemos algo positivo y es importante analizarlo y recordárnoslo a diario.
Deja de restringirte por tus miedos. Haz aquello que siempre has querido hacer y sal de la zona de confort. De esta forma descubrirás que muchas de las cosas que veías negativas de ti no eran tan exageradas.
No te guardes las cosas. Lo que piensas o sientes es importante y deberías demostrarlo. Empieza a valorar más tus sentimientos.
Si te resulta difícil aprender a amarte a ti o a los otros un psicólogo puede ayudarte en este proceso.