En nuestra sociedad es común velar al muerto, hacer una misa y un rito funerario en los cementerios. Sin embargo, este último año no hemos podido despedir a nuestros seres queridos y, en muchas ocasiones, ni siquiera hemos podido verlo. Ver al muerto es esencial para empezar a elaborar el duelo; si no vemos a la persona fallecida podemos aferrarnos a la idea de que no ha muerto y el duelo se hace más complicado. Unido a esto, muchos difuntos por coronavirus han sido incinerados. Esto no ha sido del todo aceptado por muchas personas que, por sus creencias religiosas, preferían despedir a su familiar de otra forma.


Unido a esto, nos encontramos en un momento en el que nuestras relaciones sociales y nuestro apoyo social se ha visto reducido, también como consecuencia de las restricciones por la pandemia. El apoyo social es esencial para poder elaborar un duelo. Sin embargo, hay que tener en cuenta, que hemos pasado un periodo de 3 meses aislados en casa y que, posteriormente, las restricciones nos han impedido recuperar nuestras relaciones sociales con normalidad. El aislamiento, la soledad y el bajo apoyo social son factores de alto riesgo para complicar un duelo y transformarlo en patológico.


En añadido, la mayoría de personas no hemos tenido solo una pérdida, sino muchas otras (ya sea de más seres queridos, de amigos, de empleo, de economía, de vivienda, etc.), la complejidad del Duelo en este año aumenta de forma muy considerable. Elaborar una pérdida es más difícil si a la vez tenemos que elaborar otras pérdidas, podemos vernos desbordados.


¿Qué es el Duelo Patológico?


Generalmente, hablamos de duelo patológico cuando los síntomas de duelo se mantienen de forma prolongada en el tiempo o interfieren gravemente en la vida de la persona.


Un duelo «normal» supone en la persona sentimientos de tristeza, malestar fisiológico, preocupación por olvidarnos de la persona fallecida, culpabilidad, irritabilidad, dificultad para continuar con las actividades del día a día, entre otros. Estas reacciones no son síntomas patológicos, son respuestas de la persona para ir adaptándose poco a poco a la pérdida, es un proceso normal. Estos síntomas van desapareciendo gradualmente; sin embargo, en el duelo patológico se mantienen o se intensifican.


No hay un consenso sobre un tiempo determinado para diagnosticar un duelo complicado. Esto se debe a que el duelo es algo muy personal y el tiempo de recuperación depende de la persona que lo sufre. Algunos profesionales sanitarios diagnostican el trastorno cuando el dolor continúa siendo persistente, intenso y debilitante 12 meses después de la pérdida.


Muchas personas se obligan a dejar de sentir los síntomas del duelo y esto les lleva a enquistarlos, de forma que al final se acaba desarrollando un duelo patológico.


Sin embargo, muchos otros profesionales consideramos que hay que tener en cuenta cómo de incapacitante está siendo el duelo para la persona. Es posible que una persona que lleve 6 meses en duelo tenga una incapacidad tan grande en su día a día que requiera de atención especializada. También puede ser que alguien lleve más de un año elaborando el duelo, pero esta elaboración esté yendo en el camino correcto, aunque esté tardando más de lo habitual en aceptar su pérdida.


Hay un tipo de duelo que, por sus características, se considera altamente patológico y es el duelo congelado o retardado. En este duelo la persona no manifiesta los signos típicos del duelo (tristeza, culpabilidad, negación…) inmediatamente después de la pérdida, sino que el duelo permanece enquistado dentro. No obstante, el malestar tiende a salir y lo hace primero en forma de manifestaciones físicas o somatizaciones, pero también es común que, pasado un tiempo aparezcan esos síntomas de duelo de forma retardada. Los síntomas del duelo pueden aparecer meses o incluso años después de la pérdida.


Síntomas de no haber superado el Duelo


Para hablar de los síntomas, nos centraremos sobre todo en el duelo por fallecimiento, al ser el tipo de duelo más común.


La persona con duelo complicado generalmente siente tristeza profunda, dolor, culpa, soledad, ira, vergüenza o preocupación. Estos son síntomas comunes durante el proceso de elaboración del duelo. No obstante, empiezan a ser un problema si se mantienen demasiado en el tiempo o llevan a la persona a escapar o evitar cualquier situación o circunstancia que les recuerde a aquello que han perdido para intentar alejarse de ese dolor. Es algo que habitualmente lleva a la persona al aislamiento y al abandono de actividades que antes realizaba. La persona puede incluso permanecer en su casa sin salir o dejar de realizar actividades básicas (como cuidar su higiene).


Además, incluso cuando han pasado meses o años, la persona tiene dificultades para aceptar que la pérdida ha ocurrido o tiene una sensación de no creerse que su ser querido haya fallecido. En ocasiones esto le lleva a tener deseos de encontrarse con la persona perdida, yendo continuamente a los lugares donde se encontraban, por ejemplo.


Esta fantasía le puede llevar incluso a creer que ha escuchado o visto a la persona que ha perdido.


Igualmente son comunes los recuerdos o imágenes intrusivas sobre la persona, sobre el momento de la muerte o sobre el cuerpo de la persona fallecida. En muchas ocasiones estos recuerdos son positivos, la persona en duelo se aferra a estos recuerdos como una forma de no aceptar la pérdida; si tiene los recuerdos la persona sigue estando ahí. También puede darse que la persona anule completamente todos esos recuerdos como una forma de escapar del dolor.


También puede sentirse más desconfiado, distante con el resto de familiares o amigos, lo que le lleva también al aislamiento. Además, aparecen sentimientos similares a los que aparecen durante una depresión: creencia de que el mundo y la vida no merecen la pena y no tienen sentido.


Otro síntoma muy común es la culpa extrema por no haber podido evitar la muerte, por no haber ayudado a la persona o incluso por estar vivo y la otra persona no. Pero no acaba ahí porque, a veces, esta culpa la echan sobre otras personas que estaban presentes en la muerte del familiar (por ejemplo médicos o sanitarios) o incluso pueden culpar a la persona fallecida («no luchó lo suficiente», «me ha dejado aquí solo y se ha ido»).


Muchas personas consideran que si disfrutan, si continúan con su vida, si se olvidan un poco de la pérdida, van a traicionar a la persona fallecida. Consideran que dejar de estar triste es como perder totalmente el vínculo con la persona. Tienen miedo de olvidar su imagen, su voz, sus recuerdos. Se aferran a ello para no abandonar a su ser querido.


¿Cuándo acudir a un profesional?


Podemos determinar varios aspectos que pueden hacernos pensar que estamos ante un Duelo Complicado. Tenemos que prestar atención a estos signos que se muestran externamente:


  • La persona no puede hablar del fallecido o de la pérdida sin experimentar un dolor extremo o sin llorar.

  • No se desprende de los objetos personales del difunto o no tolera que nadie toque estos objetos.

  • Cualquier acontecimiento, por pequeño que sea, desencadena una reacción exagerada de tristeza, rabia o ira.

  • Desarrolla síntomas físicos parecidos a los que experimentaba la persona fallecida antes de morir, es decir, somatiza el dolor en estos síntomas.

  • Ha habido cambios radicales en su forma de vida, ha abandonado actividades o está aislado.

  • Tiene antecedentes de depresión u otras alteraciones del estado de ánimo.

  • Presenta baja autoestima.

  • Tiende a imitar aspectos del fallecido, como una forma de compensar la pérdida identificándose con él.

  • La tristeza es continua e inexplicable, más marcada en aniversarios, cuando el recuerdo es mayor, y en vacaciones, cuando tiene más tiempo libre.

  • No ha presentado ningún indicio de tristeza o de duelo, pero tiene continuamente quejas por problemas físicos y los médicos no encuentran ninguna causa que lo justifique.

Diferencias Depresión y Duelo


Aunque puedan parecer lo mismo debido a que comparten algunos síntomas, la depresión y el duelo son diferentes y hay determinadas claves para poder diferenciarlos.


Por una parte, en el duelo la tristeza llega por oleadas, es decir hay momentos de tristeza y momentos de mayor optimismo; sin embargo, en la depresión el sentimiento de tristeza es continuo y persistente y no hay etapas de optimismo.


Por otra parte, en el duelo el sentimiento que aparece con más énfasis es el vacío; en la depresión hay más un estado de ánimo deprimido y una gran dificultad para experimentar placer.


Así mismo, en la depresión habitualmente la persona no encuentra un motivo para estar triste, simplemente lo está; en el duelo, en cambio, la tristeza se asocia a recuerdos o pensamientos sobre la pérdida.


También hay que tener en cuenta que en la depresión puede existir ideación suicida, pero esta se asocia a la baja autoestima de la persona o sus pensamientos pesimistas y catastrofistas sobre el mundo; en el duelo, habitualmente, los pensamientos suicidas se asocian al deseo de reunirse con el ser querido fallecido o al sentirse culpable por estar vivo y la otra persona no.


Habitualmente los síntomas del duelo tienden a descender gradualmente a partir de los 6 meses; en la depresión los síntomas pueden ser más duraderos y persistentes.



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