Patricia San Valero
Psicóloga en Psyfeel
El efecto Pigmalión es un tipo de profecía autocumplida. Como explicamos de manera más exhaustiva en el artículo dedicado a estas, una profecía autocumplida o, también llamada autorrealizada, es una predicción que hace una persona y que inconscientemente provoca que finalmente se cumpla.
Pero entonces, ¿qué es en particular el efecto Pigmalión? Este efecto se conoce como la influencia que ejerce o puede ejercer una persona sobre otra a partir de la imagen y las expectativas que tiene de ella.
Por lo tanto, vemos como el efecto Pigmalión es un tipo de profecía autorrealizada muy concreta que se refiere a como la imagen que tenemos de alguien puede provocar cambios en su comportamiento o en la consecución de sus metas.
El origen de este concepto surge de la mitología griega: Pigmalión era el rey de Chipre y deseaba encontrar a una mujer con la cual casarse, sin embargo este trabajo estaba siendo harto difícil porque la elegida tenía que cumplir una condición: ser perfecta.
Este estándar no era sencillo que alcázar por lo que la frustración de Pigmalion hizo que abandonara su sueño de encontrar a la mujer adecuada para casarse. En su lugar, comenzó a invertir su tiempo en talla esculturas preciosas que representasen a su esposa perfecta.
Una de estas esculturas, llamada Galatea, era tan sumamente bella que el rey no pudo resistirse a enamorarse ella. Pigmalión soñaba que esta fuese real por lo que la diosa Afrodita, conmovida por la fascinación de nuestro protagonista, convirtió a la estatua en humana cumpliendo su sueño.
Como podemos ver en el relato, tanto deseó el protagonista que su estatua cobrase vida que finalmente lo consiguió.
El efecto Pigmalión puede provocar consecuencias positivas o negativas en función de la imagen que tengamos de la persona en la que proyectamos las expectativas.
Si alguien cree en nosotros y en nuestras capacidades lo más probable que es provoque un aumento de nuestra percepción de control y de competencia. Al sentirnos con más herramientas para conseguir ciertos objetivos, nos esforzamos más haciendo que finalmente desempeñemos nuestra labor con éxito.
Por el contrario, si las personas no creen en nosotros nuestra autopercepción va a ser más pobre haciendo que no se construyan creencias potenciadoras sobre nuestras capacidades. Bajo este filtro la persona se va a esforzar mucho menos consiguiendo un rendimiento más pobre.
Además de que las expectativas afecten al sentimiento de competencia, tenemos el hecho real de según la imagen que tengamos de la persona se le van a dar más apoyo o ayudas o menos incidiendo finalmente en el resultado final.
Por lo tanto existen dos tipos de efecto Pigmalión: el positivo y el negativo según las expectativas y esperanzas que depositemos en la persona. Ambos tienen muchos efectos e implicaciones, pero solo debemos fomentar el Pigmalión Positivo.
Es en la escuela donde el efecto Pigmalión es más evidente y por ende donde más se ha estudiado. Los estudios realizados en la década de los 60 de la mano de Rosenthal y Jacobson muestran que los profesores actúan en función de sus expectativas de los alumnos haciendo un tratado diferenciado entre ellos. Esto provoca un resultado diferente que confirma la producción hecha de manera inicial.
Esto viene a decir que los alumnos que los profesores ven más capaces acaban sacando mejores notas tal y como esperaban ya que les dedican más tiempo, atención y ayuda y que les alientan más a menudo, lo cual refuerza su autoestima y sentido de competencia.
En cambio, aquellos alumnos que se ven como menos capaces se les motiva y estimula mucho menos haciendo que el rendimiento y los resultados sean peores tal y como se había predicho.
Por lo tanto, este efecto conlleva un poder muy grande ya que, aunque se puede usar para el bien, también puede provocar efectos muy perjudiciales a pesar de que los profesores no lo hagan de manera consciente.
Tanto la infancia como la adolescencia se configuran como los momentos cumbre en el desarrollo de la personalidad de los individuos. Es por esto que estas expectativas y etiquetas propuestas por los profesores u otras figuras de referencia basadas en los estereotipos pueden calar mucho en la mente del niño o adolescente cambiando su actitud y comportamiento.
Este cambio sucede porque en la construcción de nuestra identidad necesitamos cierta coherencia entre las expectativas que el resto proyecta sobre nosotros y la realidad de lo que en realidad somos.
Aquí dejamos algunas pautas para evitar las consecuencias de este fenómeno:
Es fundamental que tratemos de no dejarnos llevar por estereotipos y prejuicios aprendidos. Aunque sabemos que estos son normales y, en ocasiones hasta adaptativos para la supervivencia de la especie, muchas veces fallan.
Aunque sabemos que “el cariño ni se compra ni se vende” y que es normal que congeniemos más con unas personas que con otras, es importante tratar de ser igualitarios sobre todo en el aula. Los niños son muy sensibles a las diferencias en el trato hacia los iguales por lo que debemos evitar hacer distinciones.
No todo el mundo funciona de la misma manera ni tiene los mismos ritmos. Trata de fomentar la mejor versión de cada persona atendiendo a sus necesidades y formas de funcionar para que su rendimiento mejore de manera exponencial.
Si fomentamos la empatía no proyectaremos expectativas negativas en nadie ya que entenderemos la experiencia emocional y las repercusiones que eso puede conllevar
Como ya hemos visto, los beneficios de este efecto son reales y muy positivas. Por lo tanto si lo practicamos con todo nuestro entorno veremos cómo los resultados mejoran, mejorando así tambien la imagen que tenemos de las personas que nos rodean.