Patricia San Valero
Psicóloga en Psyfeel
El estrés no es más que una reacción de nuestro cuerpo a una demanda del entorno estimular. En el caso del estrés laboral, el estrés surge debido a los desafíos que aparecen en nuestro desempeño profesional.
Este estrés, como el resto de emociones que sentimos, es adaptativo y cumple una función: prepararnos para responder a las demandas del entorno. Sin embargo, se vuelve disfuncional cuando nos sobrepasa y comienza a afectar a nuestro bienestar físico y psicológico.
Como ya hemos comentado, el estrés, al igual que otras emociones, es útil en nuestra vida diaria. De hecho, todos necesitamos un nivel moderado de estrés para dar una respuesta óptima a nuestras necesidades y a las exigencias del entorno.
Es por esto que podemos entender que existe un estrés positivo, que nos mantiene alerta para conseguir lo que necesitamos, y un estrés negativo con dos polos: un polo en el que el estrés nos desborda, dificultando nuestro rendimiento, y otro en el que está ausente, haciendo que estemos desmotivados, conformistas y desinteresados.
Por ello el estrés es como una curva, en la que solo los niveles moderados permiten a la persona tener un desempeño deseable. Los extremos representan el distrés o estrés negativo, el cual no nos ayuda a alcanzar nuestros objetivos o por apatía o por desbordamiento.
El estrés laboral es resultado de que el control del trabajador es inferior a las demandas del trabajo que debe realizar. Para entenderlo mejor podemos visualizarlo como una tabla de dos entradas. Por el eje vertical observamos el control con sus dos polos, alto y bajo, y por el eje horizontal las demandas con sus dos polos (altas y bajas). Esto nos da una matriz de 2x2 que nos muestra 4 escenarios:
Además del desajuste entre las demandas del trabajo y los recursos del trabajador, hay otros factores que afectan a su surgimiento como, por ejemplo, la presencia o no de apoyo social en el trabajo. El apoyo social entre compañeros hace que la persona sea más resistente al estrés, ya que estos le puede prestar tanto ayuda instrumental (ayudarle en el propio trabajo) como ayuda emocional (hacer que se sienta comprendido). Por lo tanto, que haya un clima positivo y agradable en el trabajo es algo muy sano y recomendable para combatir el estrés laboral.
Otro factor que es fundamental en el origen del estrés laboral tiene que ver con el tipo y la cantidad de recompensas que recibe el trabajador por su desempeño. Un bajo refuerzo, ya sea extrínseco (el sueldo), como intrínseco (reconocimiento social) ante un alto esfuerzo provoca desánimo en las personas. Es por esta razón que también es crucial tener balanceado el esfuerzo y las recompensas recibidas por este.
El estrés que nace cuando nuestros recursos personales se ven superados por el contexto durante demasiado tiempo tiene una serie de consecuencias.
Entre los síntomas inmediatos del estrés encontramos: el insomnio, el cansancio permanente, la apatía, la irritabilidad, la inseguridad, el sentimiento de falta de control, los bloqueos mentales, los frecuentes olvidos…, pero si mantenemos esta situación en el tiempo es posible que estos síntomas deriven en cuadros psicológicos como trastornos de ansiedad, trastorno del estado de ánimo y trastornos del sueño entre otros.
A todo esto debemos sumar el hecho de que el estrés también puede afectar de manera directa a la salud física contribuyendo a muchos problemas de salud, como la presión arterial alta, las enfermedades cardíacas, la obesidad, la diabetes, los trastornos gastrointestinales, respiratorios, endocrinos, dermatológicos, musculares o inmunológicos.
Todos estos síntomas del estrés llevan inevitablemente a consecuencias como: la bajada de rendimiento laboral pudiendo conllevar un despido, la falta de concentración, el bloqueo a la hora de tomar decisiones, el deterioro de las relaciones tanto personales como laborales, y el descenso en la calidad de vida de la persona.
Son muchas las maneras de prevenir que este estrés laboral llegue a afectarnos del modo en que hemos hablado anteriormente. Estas medidas pueden aplicarse en el propio trabajador, pero también son muy útiles para implementarlas a nivel organizacional promoviendo que la plantilla tenga más bienestar y esta más sana.
Es importante que la empresa establezca unos horarios de trabajo estables y que no entren en conflicto, en la medida de lo posible, con el resto de actividades cotidianas ajenas al trabajo. Además es esencial que las jornadas que no excedan las 8 horas para permitir que la persona pueda desarrollar su vida más allá del trabajo.
Por otra parte, es necesario que el trabajo esté bien remunerado para que la persona pueda vivir de manera óptima asi como que se aliente y refuerce socialmente a los trabajadores sus logros.
También es fundamental que la carga de trabajo sea acorde a objetivos alcanzables para el trabajador preservando sus tiempos de descanso. Por lo tanto, hay que fomentar el descanso de los trabajadores tanto con periodos de vacaciones, como los días de descanso semanales, como los descansos diarios.
Otro aspecto relevante es que el trabajo a realizar sea estimulante para los trabajadores y se ajusten a las capacidades y conocimientos de los mismos. Además es recomendable que sea posible promocionar dentro de la organización fomentando el desarrollo profesional de los integrantes. Esto guarda relación con dar estabilidad sobre todo con respecto al futuro ya que este es un factor que genera mucho distrés. Para esto también se suele invitar a que la propia empresa forme a los trabajadores en nuevas habilidades que se vayan a usar en la empresa para evitar así la frustración o que estos sean despedidos por no saber usarlas.
Que los roles dentro de la empresa estén bien definidos así como las responsabilidades que van asociadas a cada puesto es otra característica importante para evitar el estrés del que estamos hablando.
Por último, es esencial crear un entorno que fomente las interacciones sociales y las relaciones sanas entre compañeros de trabajo, ya que como hemos visto son un gran factor de protección.
En cuanto a lo que podemos hacer nosotros como trabajadores encontramos: tratar de hacer descansos frecuentes acompañados de ejercicio físico, mantener una buena alimentación, sana y variada, mejorar la comunicación asertiva con los superiores y los compañeros, no aceptar trabajo que sabemos que no podemos desempeñar ya sea por falta de habilidades o de tiempo, desconectar el teléfono del trabajo en nuestros momentos de ocio, evitar la ingesta excesiva de excitantes como el tabaco, el alcohol o el café o aprender a meditar o a hacer ejercicios de relajación.
Si a pesar de estas pautas sigues sintiendo un estrés que te desborda y hace que tu bienestar disminuya es útil que pidas ayuda profesional. Con el apoyo de un terapeuta puedes averiguar que es lo que desencadena tu estrés exactamente y aprender las habilidades necesarias para afrontar de manera óptima los retos que te propongan en tu puesto de trabajo.