Patricia San Valero
Psicóloga en Psyfeel
La falta de concentración, también llamada disprosexia o hipoprosexia, es la dificultad que puede tener una persona para fijar la atención en una tarea concreta. Esto puede afectar al rendimiento de la persona en diferentes campos vitales como el académico, el laboral o incluso las actividades de la vida cotidiana.
Si bien la falta de concentración puede ser absolutamente normal en muchas ocasiones, debemos estar atentos a la intensidad y duración de estos periodos, ya que puede estar relacionada con ciertas condiciones médicas o, en su defecto, con factores ambientales que podamos y debamos cambiar.
Este síntoma no responde solo a una causa, sino que la falta de concentración puede surgir de muchas variables distintas que habrá que contemplar en cada caso para poder llegar a la raíz del problema y ponerle remedio. Algunas de las causas son:
Las personas que tienen un estado de ánimo bajo o están cursando una depresión suelen tener bastantes problemas de concentración. De hecho, cuanto más grave es esta condición, más difícil resulta fijar la atención.
Esto sucede, ya que en estas circunstancias, la persona se caracteriza por una fuerte anhedonia que significa la perdida de interés por cosas que antes le gustaban. Por lo tanto, la persona se focaliza su atención en sus problemas y desgracias, dejando de lado aquellas cosas que debe hacer.
Esto es fácil de entender si pensamos en algún periodo ansioso por el que hayamos pasado, en el que los miedos no salen de nuestra cabeza y no dejan espacio para nada más.
Las personas con ansiedad suelen tener bastantes problemas de concentración, ya que las preocupaciones en las que centran sus recursos atencionales hacen que sea imposible focalizarse en otras cosas a pesar de que estas sean importantes.
El estrés es un mecanismo que nos pone alerta a la hora de responder a una situación que requiere de muchos recursos. Este estrés debe estar en un punto intermedio para ser eficaz, ya que como explicamos más exhaustivamente en el artículo de El estrés laboral, muy poco estrés hace que no nos esforcemos en conseguir una meta y mucho estrés, lo único que provoca es que colapsemos sin llegar a conseguir nuestros objetivos.
Este último es el que puede producir falta de concentración, la cual puede ser muy problemática, ya que a pesar de que el entorno demanda mucho esfuerzo, nosotros no estamos capacitados para llevarlo a cabo.
Condiciones como los trastornos psicóticos, trastornos neuróticos, demencias o el TDAH también suelen cursar con esta disprosexia afectando mucho a la vida del paciente.
La falta de concentración es solo uno sus síntomas, por lo que no debemos ni podemos inferir que tengamos alguno de estos trastornos solo porque nos cueste concentrarnos, esto lo debe dictaminar un profesional.
Algunos medicamentos e incluso algunas drogas pueden producir entre sus efectos secundarios la falta de concentración.
Esto ocurre mucho con las sustancias depresoras de sistema nervioso central, pero también durante los síndromes abstinencia, donde la atención está focalizada en volver a sentirse bien.
Cuando nuestros objetivos no están bien definidos a nuestro cerebro, le cuesta mucho más de lo normal concentrarse para poder alcanzarlos. El caos puede ser una causa muy frecuente de la falta de concentración.
Que haya muchas distracciones en el ambiente de la persona también puede ser una de las causas. La buena noticia es que al ser algo ambiental es algo sencillo de cambiar con unas pequeñas pautas de las que hablaremos más adelante
Sabemos que solo una noche sin dormir puede hacer que el día siguiente sea un auténtico infierno. Pues bien, los problemas de insomnio o la falta de horas de sueño de forma prolongada pueden hacer que la falta de concentración este presente de manera habitual en nuestra vida, ya que no contamos con la energía necesaria.
A estas alturas del artículo, seguro que ya puedes encontrar muchos de los síntomas de la falta de concentración e incluso relacionarlos con algo que te esté pasando o te haya pasado en algún momento.
Algunos de los síntomas más frecuentes suelen ser los continuos olvidos, los fallos a la hora de realizar tareas, la dificultad para entender que es lo que debes hacer a partir de lo que te dicen, perder el hilo de lo que estabas haciendo, no poder realizar algo de manera continuada en el tiempo, incapacidad de realizar multitasking o hacer más de una tarea a la vez, no acabar las tareas, incapacidad para planificar lo que vas a hacer más adelante, dificultad para la toma de ediciones, sensación de que tienes palabras en la punta de la lengua que no puedes rescatar, etc.
Esto acarrea muchas consecuencias, ya que requerimos de nuestra atención para poder realizar con éxito las tareas de la vida cotidiana. Esta serie de despistes y errores no solo afectan a lo académico, sino también a lo laboral e incluso a lo social.
Nos vuelve personas menos competentes y menos fiables, haciendo que no podamos progresar en nuestros proyectos y que la gente no confíe en nuestras capacidades para unirnos a esos objetivos
Además, esto genera mucho malestar en quien lo sufre al darse cuenta de que a pesar de invertir tiempo y esfuerzo no consigue llegar a sus metas.
Si sufres este problema te recomendamos que sigas estas pautas para poder ejercitar tu capacidad atencional.
Es fundamental saber la causa para poder ponerle remedio. Si llevas mucho tiempo con esta dificultad puede ser útil que acudas a tu médico de cabecera. Descartar que haya algo orgánico mediante en este problema nos permite proceder a darte otros consejos.
Como ya hemos comentado, la falta de sueño o, que este sea poco reparador, afecta mucho en la capacidad de concentración, por lo que es de las primeras cosas que debemos contemplar.
Evitar la vida sedentaria nos ayudará a descansar mejor, tener un buen estado de ánimo y a liberar nuestra mente para poder concentrarnos mejor.
Móvil, ordenador, gente, ruido… constituyen ladrones de tiempo que debemos evitar. Aunque nosotros queremos entrenar una buena capacidad atencional, no es útil que nos expongamos a aquello que nos gusta cuando vamos a realizar tareas demandantes.
Igual que no compramos chocolate cuando empezamos la dieta, debemos no exponernos a estos distractores, por lo menos en los periodos que necesitemos una mejor focalización.
Es importante que tengamos un tiempo diferenciado en el que trabajar y otro en el que no. El estar siempre pendiente de nuestras obligaciones y deberes hace que nos sobresaturemos y no seamos capaces de concentrarnos cuando de verdad necesitamos esos recursos atencionales.
Planificar lo que hay que hacer, vivirlo en metas y sometas y darles una fecha limite a cada una es fundamental para poder conseguir nuestros objetivos. Para esto es útil ordenar las tareas en función de su importancia y su urgencia.
Esto señala claramente a nuestro cerebro que es lo que debe hacer y la anticipación ayuda mucho a prepararnos para invertir nuestros recursos.
Es muy importante que encontremos la motivación para hacer lo que hacemos. No siempre es fácil si no es una meta autoimpuesta, pero podemos tratar de sacar el máximo rendimiento de aquello que la vida laboral o académica nos impone.
Lejos de lo que podría parecer, hacer dos cosas a la vez no ahorra tiempo, sino que lo pierde, ya que hacemos a nuestro cerebro que salte de una información a otra. Es mejor realizar las tareas de una en una porque a que a nuestro cerebro le resulta mucho más sencillo.
Estas prácticas pueden ser muy útiles para mejorar nuestro estado de ánimo, ansiedad o estrés, lo que mejoraría de manera importante nuestra concentración y, por ende nuestro rendimiento diario.