Laura Ruiz Mitjana
Redactora
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Existen tantas fobias como “cosas” en el mundo; ya sea animales, tipos de personas, acciones, objetos, estímulos… Las personas podemos temer todo tipo de cosas o situaciones, si bien es cierto que hay algunas cosas que nos dan más miedo que otras, debido a su naturaleza potencialmente peligrosa o amenazante.
Y es que, el ser humano está diseñado biológicamente para tener miedos, porque el miedo es un mecanismo de defensa y protección. Así, tenemos habitualmente miedos a estímulos potencialmente peligrosos o dañinos, como; miedo a las alturas, a ciertos animales (serpientes, tiburones, cocodrilos…), al fuego, a la oscuridad, al mar...
Son miedos destinados a asegurar nuestra supervivencia, y en cierta medida, adaptativos. El problema viene cuando ese miedo es desproporcionado o paralizante (en el caso de las fobias), o cuando el estímulo en sí no es peligroso.
Por otro lado, hay fobias muy extrañas o curiosas, que quizás ni conoces; hemos seleccionado una de ellas para conocerla un poco mejor: la sesquipedalofobia, o fobia a las palabras largas o complicadas.
Antes de nada, conozcamos las fobias específicas. Se trata de un tipo de trastorno de ansiedad, que se caracteriza por un miedo o ansiedad intensa por un objeto o situación específica (por ejemplo: miedo a ver sangre, a las alturas, animales, a volar, a los payasos…).
Dicho objeto o situación desencadena una respuesta de miedo o ansiedad de forma inmediata, y el estímulo o situación se evita o se resiste activamente, o se afronta con elevada ansiedad.
Otra característica de las fobias específicas es que el miedo o la ansiedad es desproporcionado al peligro real que plantea el objeto o situación específica y al contexto sociocultural. Los síntomas deben durar como mínimo seis meses, y causan un gran malestar o deterioran ciertas áreas de la vida de la persona.
El DSM-5 (Manual Estadístico de los Trastornos Mentales) especifica hasta 5 grupos (subtipos) de fobias específicas:
En este caso, la sesquipedalofobia pertenece al grupo “otros tipos de fobias”.
La fobia a las palabras largas o sesquipedalofobia, también recibe el nombre de “hipopotomonstrosesquipedaliofobia”. El término sesquipedalofobia proviene del latín “sesqui”, que es una voz usada en composiciones para denotar “unidad y medida”, del latín “pedalis” (“del pie”), y del griego “phobia” (“temor”).
Según un artículo de Vallejo (2011), publicado en Granada Hoy, se trata de un tipo de fobia específica que conlleva un miedo intenso a leer o pronunciar palabras con una gran cantidad de letras (palabras largas o complicadas); muchas veces, por un miedo asociado a leerlas mal, a hacer el ridículo o a pasar vergüenza.
Esta fobia tan curiosa, más que generar “miedo” (porque no se puede temer una palabra en sí), lo que genera es una aversión, o un especial nerviosismo a la hora de entrar en conversaciones en las que se utilizan palabras largas o de uso poco común. Estas palabras aparecen sobre todo en conversaciones científicas, médicas o técnicas. La persona, a su vez, intenta evitar palabras extrañas al vocabulario coloquial.
En el caso de la sesquipedalofobia o fobia a las palabras largas, los síntomas típicos son:
No se sabe a ciencia cierta cuál es el origen de esta fobia (además, su causa variará en cada caso). Sin embargo, sí hay algunas hipótesis. Por ejemplo, que el origen podría estar situado en la infancia, y que se relacionaría con el período de aprendizaje lingüístico.
Sabemos por ejemplo que las experiencias traumáticas son, a menudo, el origen de las fobias. Por ello la persona con sesquipedalofobia puede haber tenido una mala experiencia al leer o pronunciar una palabra larga o complicada (sobre todo, durante la infancia), y de ahí que haya desarrollado ese miedo atroz a volver a vivir una experiencia así.
Por ejemplo, una vivencia generadora puede ser que el niño haya sido víctima de burlas al leer, y de ahí que desarrolle el miedo a leer en público en general, y a leer palabras largas en concreto.
La fobia a las palabras largas o complicadas esconde otros miedos detrás; a menudo, el miedo a hacer el ridículo, a que los demás se rían o a quedar “mal” ante sus interlocutores o su público. Muchas veces, estos “miedos escondidos” entrañan una baja autoestima o inseguridades personales en la persona que padece la fobia. Por esto una de las causas de esta fobia es el miedo a todo esto (a su vez, este miedo puede ser un factor mantenedor de la fobia).
Además, la persona puede padecer ansiedad social (la antigua “fobia social”), un tipo de trastorno de ansiedad caracterizado por la fobia a las situaciones sociales, por un miedo a exponerse socialmente. Y, aunque el DSM-5 especifica que para hablar de una auténtica fobia específica, los síntomas no pueden explicarse por otro trastorno, como sería este caso. Sin embargo, sí pueden aparecer los síntomas de la sesquipedalofobia ligados a un trastorno de ansiedad social.
De hecho, hay debate al respecto, ya que algunos expertos afirman que no existe la fobia a las palabras largas como tal, sino que se trataría de un síntoma secundario a la fobia social.
Otra causa de las fobias es el aprendizaje vicario. Esto significa haber visto a alguien sufrir la misma fobia (por ejemplo, a algún familiar cercano), con las consecuencias que supone este miedo (nerviosismo, bloqueo, malestar…).
En el caso de la sesquipedalofobia, si por ejemplo alguien de nuestra familia, o un amigo cercano, la ha sufrido y hemos presenciado ese nerviosismo a la hora de pronunciar palabras largas, nosotros podemos acabar interiorizando y desarrollando también esta fobia.
Si este miedo resulta invalidante, es importante poder pedir ayuda especializada a través de un psicológico clínico o sanitario que aborde la temática de las fobias. Algunas de las técnicas que más se utilizan para tratar las fobias y que, de hecho, han demostrado ser las más efectivas para ello, son la exposición gradual al estímulo temido o la desensibilización sistemática (DS). Así lo recoge el Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Caballo, 1996).
En estos casos, se trata de elaborar una jerarquía con las situaciones temidas e ir exponiéndose (es decir, romper con la evitación, que solo cronifica el problema), empezando por las situaciones que menor ansiedad generan. Las situaciones deberán estar relacionadas con la acción de leer palabras complicadas en un estado de relajación (incompatible al estado de ansiedad), de forma progresiva.
Sin embargo, la relajación no es indispensable para aplicar la técnica (en el caso de la terapia por exposición). Por ejemplo, podemos empezar por leer las palabras solo, después con una persona de espectadora, con dos, etc. El objetivo es que el hecho de leer palabras largas y/o complicadas quede desvinculado a los síntomas de ansiedad, es decir, romper esta asociación.
También se utilizan técnicas de relajación o técnicas cognitivas como la reestructuración cognitiva, que pretende modificar los pensamientos catastróficos asociados a la fobia, y sustituirlos por pensamientos más realistas y adaptativos (p.e., en lugar de pensar “leeré mal y haré el ridículo”, cambiarlo por “estoy nervioso por leer, pero puede que lo haga bien y esté sufriendo en vano; voy a intentarlo”). Finalmente, también será imprescindible trabajar la autoestima del paciente.
American Psychiatric Association –APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid: Panamericana. Caballo (2002).
Caballo, V. (1996). Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos. Vol. 1 y 2. Madrid. Siglo XXI.
Vallejo, S. La vida frente a una fobia. Granada Hoy: 20.