Sonia González
Directora y psicóloga en Psyfeel
Las heridas de la infancia pueden permanecer durante la adultez y crearnos dificultades a la hora de tener relaciones sociales, de conseguir nuestras metas o de sentirnos bien con nosotros mismos y los demás.
Si tienes heridas de tu infancia es importante que intentes sanarlas. No es imposible recuperarse del dolor, aunque de entrada pueda resultar complicado.
Todas las experiencias influyen, pero el abandono de los padres suele ser una de las causas de que desarrollemos estas dificultades en el futuro.
La herida por abandono se refiere a las consecuencias que tiene para nosotros sufrir un abandono de nuestros padres a una edad temprana. Este abandono puede ser físico o emocional.
El abandono es físico si el progenitor o progenitores ha desaparecido físicamente. Puede ser por fallecimiento, porque se haya ido de la casa al haber vivido un divorcio o porque se haya ido sin dar explicaciones.
El abandono emocional ocurre si, aún estando en nuestra vida y en nuestro día a día, sentimos la ausencia de nuestros padres, como si nos faltara su apoyo, comprensión o cariño durante la infancia. Esto puede ocurrir porque nuestros padres tengan excesivas responsabilidades laborales y dejen otras cosas de lado, porque no sepan cómo satisfacer nuestras necesidades emocionales o porque invaliden o critiquen nuestras emociones, entre otras.
Sea cual sea el tipo de abandono, siempre tendrá consecuencias en la vida de la persona.
El apego es el vínculo afectivo que existe entre el niño y el adulto o adultos que se encargan de él. El adulto se convierte en una referencia para el niño, en el apoyo y la seguridad que necesita para crecer sano psicológicamente. Un niño puede desarrollar apego hacia otras personas que no sean sus padres biológicos, pero lo que es necesario es que ese vínculo exista.
Del apego depende cómo el niño se desarrolle psicológicamente en un futuro. En este sentido, el tipo de apego que tengamos influirá en cómo seamos en cuanto a nuestra personalidad.
Si tenemos un buen vínculo con el adulto, que permita tener seguridad, pero a la vez independencia, estamos ante un apego seguro. Este tipo de apego asegura en gran medida el bienestar personal en la adultez. Ni demasiado apegados, ni demasiado independientes, este es el punto perfecto para estar sanos.
El exceso de apego puede provocar que el niño no sea capaz de separarse de sus padres, monstrando gran dependiencia hacia ellos y puede que hacia otras personas en el futuro.
La falta de apego, más relacionado con el abandono de los padres, suele provocar miedos e inseguridades en el niño, lo cual le hará actuar de forma poco eficiente en el futuro. La carencia emocional durante la infancia se asocia a muchas dificultades en la adolescencia y la adultez.
En este sentido, podemos hablar de un apego ansioso, si el niño no confía en los cuidadores y tiene un constante sentimiento de inseguridad, esto puede ocurrir porque los padres a veces están y otras no. También podríamos desarrollar un apego evitativo, si hemos sufrido abandono emocional por parte de los padres. Por otra parte, existe el apego desorganizado, que es una mezcla entre los anteriores, y donde los cuidadores han tenido conductas negligentes que han hecho que el niño tenga una carencia total de apego.
Según el apego que hayamos desarrollado, así seremos en el futuro.
Si hemos tenido un apego seguro, habremos desarrollado los recursos necesario para afrontar el futuro. Y es que las dificultades vienen de adulto, cuando nos tenemos que enfrentar nosotros solos a la vida y a las relaciones con los otros.
Si carecemos de recursos personales y sociales, desarrollaremos patrones de conducta desadaptativos que nos traerán problemas y dificultades. Es lo que ocurre en los otros tipos de apego.
Si hemos tenido un apego ansioso, es decir, algunas veces nuestros padres han sido un apoyo y otras no, podemos generar un patrón de miedo y angustia ante las separaciones en las relaciones sociales y personales. Es la sensación de no saber cuándo podemos confiar en alguien y cuando no, de tener siempre la intuición de que en algún momento nos van a fallar y abandonar. En una relación de pareja en la adultez, por ejemplo, la persona que ha tenido un apego ansioso puede tener miedo a que su pareja no le quiera, con la posibilidad de desarrollar dependencia emocional.
Ante un apego evitativo, donde el niño ha tenido un abandono emocional, es decir, no ha tenido el apoyo de sus padres y, por tanto, puede incluso llegar a rechazarlos, pueden aparecer en el futuro sentimientos de rechazo a las relaciones sociales y personales.
Si de pequeños hemos tenido un apego desorganizado, que suele ocurrir cuando hemos sufrido un abandono físico por parte de uno o dos progenitores, de adultos podemos tener relaciones conflictivas o desestructuradas. En el fondo de todo esto, lo que necesitamos después de haber pasado por un abandono, es tener un apego seguro con otras personas, por lo que no será suficiente con tener una relación sana y habitual, necesitando más y más de la otra persona.
Superar el abandono de los progenitores no es fácil, tampoco lo es sanar la herida y vivir un futuro sin dificultades. Te damos algunas pautas para mejorar en tus relaciones y en la vida de adulto.
Es difícil, pero deja de hacerlo. ¡Ningún niño tiene la culpa del abandono! La causa de que te abandonaran no eres tú, seguramente había otras variables que dependían de tus padres. Creer que eres el culpable solo te lleva a juzgarte y criticarte, a tener una baja autoestima y, por tanto, a tener dificultades para cumplir tus metas y tener relaciones sanas con los otros.
Cuando has sufrido el abandono la visión de ti mismo puede estar distorsioanda, pero también la visión de los otros y del mundo. Verlo todo con las gafas de la negatividad no es algo realista y no te ayuda a avanzar en el día a día. No se trata de ver las cosas de forma positiva, sino de pensar objetivamente. No es realista pensar que todo es negativo, ni que el futuro es desalentador o que todas las personas son iguales. ¡Empieza a analizar tu pensamiento y a darte cuenta del daño que puede hacerte!
Cambiar el pensamiento es esencial para tener relaciones más sanas. Si piensas que otros te van a abandonar y juzgar, de entrada y sin tener pruebas, seguramente no puedas crear ninguna relación de confianza. Que no hayas podido tener una relación sana con tus padres, no quiere decir que no puedas tenerla con otras personas.
Para mejorar en las relaciones, tienes que darte cuenta en qué aspectos fallas. Si eres demasiado evitativo, inseguro o desorganizado, las relaciones no serán adecuadas.
A veces no es necesario con querer cambiar, puede que no sepas cómo hacerlo. Si este es el caso, un psicólogo seguramente pueda orientarte en el cambio. Te ayudará a ver las cosas de otra forma, a no juzgarte tanto y a cambiar tus relaciones sociales.