Patricia San Valero
Psicóloga en Psyfeel
Se habla de inmadurez emocional cuando la persona no es capaz de gestionar las emociones negativas que surgen de la vida cotidiana, reaccionando y actuando en función de ellas de una manera muy desadaptada. Esta desadaptación puede venir expresada en forma de una intensidad muy desmedida, de una duración no apropiada o en forma de acciones tipificadas como extrañas o no normativas.
Al contrario de los que podríamos pensar, la madurez no siempre viene de la mano con el crecimiento, el desarrollo o simplemente la edad. La madurez emocional surge de la empatía, la compresión de las situaciones, la interpretación correcta de nuestro entorno y la capacidad de controlar nuestros impulsos de manera efectiva.
La madurez, por lo tanto, se podría definir como la capacidad que tienen las personas a la hora de afrontar los diferentes acontecimientos de la vida de una manera sana y equilibrada gracias a contar con las herramientas emocionales necesarias para ello.
Las causas que subyacen a esta característica son múltiples y tan únicas como cada historia vital que se encuentra detrás, pero veamos las más comunes:
Muchas personas, incluso pasando la barrera de los 30, se niegan a madurar emocionalmente porque albergan en sus mentes un concepto de libertad equivocado. Piensan que la madurez les va a hacer prisioneros y que no van a gozar de libertad ya nunca más, pero nada más lejos de lo contrario.
Ser maduro, aunque trae consigo responsabilidades, aporta a la experiencia emocional adulta los recursos necesarios para vivir de manera completa y satisfactoria, permitiéndose llegar a experiencias muy gratificantes que siendo inmaduros no conseguirían completar.
La inmadura emocional también puede ser debida a que a pesar de que la persona pueda tener ya una edad cronológica óptima para ser madura, no ha hecho nada productivo con ese tiempo.
La madurez no viene tan determinada por nuestra edad como por lo que hacemos para cultivar nuestro mundo interior, nuestros pensamientos y nuestras emocionales.
Es por ello que muchos inmaduros no han transitado este proceso o lo han hecho de forma muy superficial, quizás por decisión propia o quizás por la ausencia de referentes que les ayudasen.
Este es uno de los mayores problemas que asolan a nuestra sociedad. Hemos intentado crear un mundo de bienestar que bloquee los sentimientos malos, pero existe una realidad aplastante: el sufrimiento es inherente a la vida y por mucho que huyamos de él en algún momento va a llegar.
Es por eso que aquellos que han sido educados en un entorno que trataba de hacer que los problemas ni les rozasen pueden huir de la madurez para con ello evitar la frustración lógica de la vida diaria.
Muchas personas viven con el llamado síndrome de Peter Pan, caracterizado por no querer envejecer posicionándose como si tuvieran una edad que no corresponde con la que en realidad tienen.
El creer y envejecer suele traer consigo ciertos sufrimientos y responsabilidades que esta persona no quiere asumir, por lo que actúa como si fuera mucho más joven de lo que es, siendo esto altamente desadaptativo.
Para saber si nosotros somos unos inmaduros emocionales o si estás tratando en tus relaciones con alguno de ellos te dejamos estas características:
Como ya hemos dicho, estas personas no han tenido un crecimiento personal que les haya ayudado a adquirir herramientas para la interacción interpersonal, como puede ser la empatía
Los inmaduros suelen actuar bajo sus necesidades sin rendir cuentas a las de los otros, lo que provoca que puedan herir a la gente de su entorno por su falta de responsabilidad. Además del daño ocasionado, no suelen verse como culpables y, por lo tanto, no tratan de disculparse.
“El niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro” es una frase que retrata muy bien la necesidad del inmaduro emocional de ser el centro de atención.
Como si de niños se tratase, exigirán ser atendidos, reaccionado de manera negativa cuando no lo consigan de la forma que ellos quieren.
Ante situaciones difíciles o desafiantes, el inmaduro tratará de huir haciendo que los conflictos sean eternos o que sus relaciones se rompan.
El no saber gestionar problemas y la incapacidad para sostener las emociones del resto provoca que lejos de terminar con los problemas, estos se agraven y se multipliquen.
Como podríamos extraer de su falta de empatía y su necesidad de ser el centro de atención, los inmaduros suelen tener rasgos narcisistas, lo que hace que pongan por delante sus preferencias como si las del resto no fuesen igual de importantes. De esta manera, sus relaciones no son simétricas, lo que genera mucho malestar a los que se relacionan con ellos.
Como no piensan acerca de sus sentimientos y los del resto no tienen la capacidad de hablar sobre ellos, quedándose en conversaciones y relaciones muy superficiales. Esto hace que su área emocional no esté atendida, provocando múltiples dificultades en su día a día a largo plazo.
Su falta de empatía hace que hagan lo que sea necesario, aunque no sea moral para conseguir aquello que quieren, porque sienten que es un derecho que va por encima de todo lo demás.
Muchas veces recurren a la intimidación, el sarcasmo, el chantaje o la burla como medios, claramente desadaptativos para conseguir sus objetivos.
No razonan mucho las consecuencias de sus actos, por lo que actúan en función de sus emociones sin que estas sean reguladas por un razonamiento más neutral.
Al no asumir responsabilidades cuando el mundo les pide cuentas sobre sus errores o fallos, estas personas responden con actitud defensiva, atacando a la persona o buscando justificaciones donde no las hay.
Las personas con inmadurez se caracterizan por tener miedo al compromiso al interpretarlo como una coacción de sus libertades. Para saber más de este tema puedes consultar nuestro artículo sobre el miedo al compromiso.
Para esto puede ser muy útil acudir a un especialista de la psicología. A través de la psicoterapia, la persona puede hacer un viaje hacia el desarrollo personal en el cual trabaje sus emociones para poder identificarlas, expresarlas y gestionarlas.
Este proceso ayudará a mejorar las relaciones interpersonales, haciéndole más habilidoso en las situaciones, la vida social, laboral, familiar o sentimental. Además, aprenderá a asumir responsabilidades y a comunicarse de manera efectiva.
Durante este aprendizaje, es útil tratar de averiguar de dónde surge esta inmadurez emocional con el fin de solucionar el problema emocional que está dificultando un comportamiento adulto adaptado y funcional al mundo real.
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