¿Qué estilos de crianza existen?


Aunque, como ya hemos mencionado, cada estilo de crianza es único para cada padre y cada hijo, sí que podemos clasificar las actuaciones más comunes de la gente en cuatro estilos diferenciados. Estos estilos son: negligente, permisivo, autoritario y autoritativo.


Por su puesto, nunca se dan estos estilos de manera pura, sino que muchas veces se producen mezclas entre ellos. Veamos cuáles son sus características:


El estilo de crianza negligente se caracteriza por un control del hijo muy relajado, así como de un bajo afecto. Estos padres no aportan seguridad y contención a su descendencia, ya que no están presentes ni a nivel físico ni emocional.


A pesar de que no les exigen nada, tampoco les aportan nada, haciendo que su educación quede a cargo de terceras personas como pueden ser otros familiares o profesores.


Esto hace que los niños crezcan con problemas de autoestima que influyen en su funcionamiento social, así como en su capacidad de ajustarse a las normas, ya que nunca han tenido que obedecer a estas.


El estilo de crianza permisivo se caracteriza porque los padres ejercen también un control muy relajado, pero al contrario que los negligentes, están muy disponibles y ofrecen mucho apoyo a las necesidades de sus hijos.


Estos niños reciben todos sus caprichos y no suelen escuchar un no por respuesta. De esto nace el término de padres helicóptero haciendo referencia a que sobrevuelan a sus hijos para que no les falte nada.


Este estilo no se basa en los límites, lo que hace que cuando en otras áreas de la vida se los imponen, como por ejemplo el ámbito académico o social, los niños no como saben comportarse convirtiéndose en unos tiranos.


El estilo de crianza autoritario se define a través de un control fuerte, con mucha exigencia, pero muy poca disponibilidad y reciprocidad. Las expectativas que estos padres proyectan sobre sus hijos hacen que les demanden mucho a través de reglas y castigos.


Además, suelen ser bastante distantes en un plano emocional, lo que hace que estos niños crezcan con una autoestima baja que no les permita marcar límites en sus relaciones o que abandonen la sumisión al llegar la adolescencia y se rebelen.


El estilo de crianza autoritario se trata de un estilo que podríamos apodar como democrático. Este estilo conjuga el control con la disponibilidad, por lo que el niño tiene unos límites que cumplir, así como una libertad para consensuar ciertos aspectos.


Esta crianza fomenta la autoestima de los niños, creando, posteriormente, adultos con empatía, capacidad de comunicación e incluso dotes de liderazgo.


¿Cómo son los padres autoritarios?


Vemos, por lo tanto, que no debemos confundir autoritativo con autoritario. Estos últimos se describen como lo opuesto a los permisivos: establecen muchas reglas en el hogar sin oportunidad de discutirlas o cambiarlas.


Estos padres buscan de manera ferviente la seguridad de sus hijos o los tratan muchas veces con las responsabilidades de la vida adulta, pero sin las libertades de la misma.


Esa exigencia que caracteriza este tipo de crianza tormenta que los errores sean castigados y que antes de que los comentan, ya existen las amenazas. Además, el rendimiento se configura como lo más importante, haciendo que el niño no tenga los ratos de asueto como lo que es, un niño.


Ventajas del estilo autoritario


El estilo autoritario deja muy claros los límites y las normas, por lo que los niños criados bajo este estilo de crianza suelen tener comportamientos ejemplares.


Además, la exigencia a la que se les ha sometido hace que sean capaces de alcanzar aquello que se les impone en ámbitos académico, laboral y personal.


Este tipo de niños se mantienen a salvo de otros peligros a través de las normas, de tal manera que no se exponen a riesgos que comprometan su salud física o emocional.


Inconvenientes del estilo autoritario


Aunque vemos que puede tener ventajas, este estilo de crianza no está exento de inconvenientes que hacen muchas veces desaconsejable su práctica en pro de otras más flexibles.


Los niños criados bajo este estilo basan su valía en sus logros o en su capacidad de acatar las normas, convirtiéndolo posteriormente en personas que necesitan que les den una senda que seguir antes de tomar sus propias decisiones. Esto hace que estén menos preparados para una vida adulta autónoma.


Por su parte, la ausencia de límites es vivida por estas personas como una inseguridad muy desagradable que les paraliza al no saber cómo deben actuar o comportarse en este momento.


Esta exigencia a la que han sido sometidos puede hacer que interpreten los fallos como errores catastróficos que hagan que se sientan inferiores, desarrollando síntomas de ansiedad y depresión.


Además, que sus padres no fueran muy atentos a nivel emocional sin tener en cuenta sus necesidades y preferencias, hace que su expresión emocional esté muy cohibida, de tal manera que guardan todos sus sentimientos sin hacer una buena gestión de los mismos.


A pesar de esto, tenemos otra vertiente diferente de este estilo de crianza que correspondería a un efecto rebote. Cuando estos niños descubren que existen padres que no marcan tantas restricciones como los suyos, pueden llegar a rebelarse contra todo aquello que les ha hecho sufrir durante su infancia.


Este desafío hacia sus padres puede hacer que el adolescente explore de manera exagerada el entorno, llegándose incluso a poner en ciertas ocasiones en peligro.


¿Cuál es el punto medio?


Llegados a este punto del artículo parece más que evidente que el objetivo es tener autoridad sin ser una persona autoritaria, pero ¿Cómo podemos hacerlo?


Esto puede parecer complicado; sin embargo, con unas pautas sencillas puede hacerse. Para esto es importante educar a través de los límites. Estos límites son esenciales para mantener a los niños seguros y para que ellos mismos se sientan contenidos y protegidos.


Comprender que deben plegarse a ciertas normas y que existen relaciones asimétricas y jerarquías les enseñará, de cara a la vida adulta, que cosas pueden y deben hacer y qué cosas no, relacionándose de forma óptima y respetuosa con el resto.


Criarlos sin límites no solo no es útil, sino que supone una irresponsabilidad que va a hacer que los niños se encuentren desbordados, ya que ellos no entienden ni saben que es lo correcto en cada momento. Además, estos límites son inherentes a la vida y no aprenderlos desde pequeños solo provocará frustraciones haciendo que abandonen sus proyectos al primer inconveniente


Por otra parte, es fundamental que los padres estén disponibles tanto física como emocionalmente, de tal manera que los niños sientan que sus necesidades van a ser satisfechas.


Dentro de esta disponibilidad entra la posibilidad de que los niños se sientan agosto para poder expresar como se sienten así, para poder negociar de manera asertiva las normas y restricciones que pudieran no favorecer a ambas partes.



Si sientes que tus padres no están abordando bien la relación contigo o que, por el contrario, sientes que no estás adoptando un buen modo de crianza con tu hijo, puede ser útil que acudas a un profesional de la psicología que detecte cuáles son las dinámicas que hay que suprimir y cuáles hay que añadir para conseguir un entorno seguro y libre en tu familia.



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