Laura Ruiz Mitjana
Redactora
Blog>Otros temas>Rabia emocional
Analizamos qué hay detrás de esta emoción, qué la caracteriza, y proponemos seis estrategias útiles para gestionarla y así, liberarnos poco a poco de ella.
La rabia, o ira, según Izard, es una de las siete emociones básicas. Es una emoción primaria y adaptativa. Así, aunque sea una emoción que asociamos con algo negativo, lo cierto es que es tan natural y necesaria para nuestro bienestar como aquellas emociones que catalogamos como “positivas” (por ejemplo, la alegría).
Hablamos de una emoción de indignación, rabia y enfado, que se desencadena por diferentes motivos. Sobre todo, aparece cuando experimentamos una sensación de injusticia, cuando nos han dañado o decepcionado o cuando nos hemos fallado a nosotros mismos. Básicamente, por una expectativa frustrada, tal y como reza una frase de Elliott Larson, “la ira siempre proviene de expectativas frustradas”.
Cuando sentimos rabia emocional, experimentamos una sensación de energía e impulsividad, así como una necesidad de actuar de forma intensa e inmediata (física o verbalmente) para solucionar de forma activa la situación problemática. La solemos vivir como una experiencia aversiva, desagradable e intensa.
A nivel corporal, esta emoción se localiza en la parte superior del cuerpo, es decir, de pecho para arriba y hasta la cabeza, según un interesante estudio liderado por Lauri Nummenmaa en 2014 y llevado a cabo por investigadores finlandeses sobre cómo nuestro cuerpo y nuestras emociones se relacionan. A través de su estudio, los científicos crearon un mapa corporal que muestra cómo dependiendo del tipo de emoción que estamos sintiendo percibimos diferentes partes del cuerpo.
A nivel fisiológico, cuando sentimos rabia emocional intensa se eleva nuestra frecuencia cardíaca, la presión sistólica y diastólica (Cacioppo y cols., 1993, citado en Nummenmaa, 2014). También sentimos una gran tensión interna.
A nivel cognitivo, la rabia emocional puede tener diferentes consecuencias. Podemos experimentar obnubilación, incapacidad o dificultad para concentrarnos, o bien todo lo contrario, nos puede ayudar a focalizar la atención en los obstáculos externos que impiden la consecución de nuestro objetivo, o que son responsables de nuestra frustración (Stein y Jewett, 1986).
Como decíamos, son varias las causas que nos llevan a sentir rabia emocional. Algunas de las mencionadas, según varios autores citados en el artículo “Psicología de la emoción: el proceso emocional”, de Mariano Chóliz (2005), son:
Y a esta lista le añadimos vivir una decepción, una frustración o un dolor o tristeza continuada en el tiempo que acaba adquiriendo la forma de rabia, por ejemplo.
La rabia emocional nos moviliza a la hora de responder a situaciones que percibimos como una amenaza, una injusticia o un agravio. Es una emoción que nos prepara para la acción; nos ayuda a defendernos, a huir o a “atacar”.
Son varios los autores que han tratado de descifrar las funciones de la rabia emocional. Por ejemplo, Plutchik (1980) citado en Chóliz (2005), sugiere que la función de la ira es la destrucción. Por su parte, Izard (1989), citado en el mismo artículo, explica que las emociones tienen una serie de funciones sociales. Por ejemplo, la felicidad favorece los vínculos sociales, mientras que la ira genera respuestas de evitación o de confrontación.
Averill (1982) defiende que la rabia emocional nos lleva a movilizar nuestra energía para defendernos o atacar. También nos ayuda a eliminar aquellos obstáculos que nos impiden la consecución de los objetivos deseados y que tanta frustración nos generan.
Lemerise y Dodge (1993), por su parte, alegan que, si bien la rabia emocional no siempre desemboca en una agresión, al menos sirve para inhibir las reacciones indeseables de otros sujetos e incluso para evitar una situación de confrontación.
La rabia emocional, como todas las emociones, puede descontrolarse. Se descontrola si no se atiende, si se reprime o incluso, si nos aferramos a ella. Cuando esto ocurre, porque estamos muy alterados o porque hace mucho tiempo que vivimos con esa rabia (la cual, nos acaba desgastando mucho), puede suceder que se apague nuestro enfoque más racional, y entonces tomemos acciones precipitadas o impulsivas.
Además, a raíz de ello podemos experimentar múltiples sensaciones somáticas, como un bloqueo en el estómago o un nudo en la garganta. Por eso es tan importante evitar llegar a este punto y empezar a hacer algo con esta emoción.
“Aferrarse a la rabia es como agarrar un carbón ardiendo con la intención de tirarlo a alguien; eres tú quien te quemas.”
-Buda-