Patricia San Valero
Psicóloga en Psyfeel
Esto es lo que se conoce como refuerzo intermitente y es una dinámica que media en muchos ámbitos de las relaciones de la vida cotidiana, generando la avalancha de consecuencias que vamos a abordar a continuación
El refuerzo intermitente dicho en pocas palabras es el tira y afloja, el ahora sí y ahora no, o la alternancia entre situaciones agradables y desagradables.
Un refuerzo es cualquier cosa que hace que repitamos una conducta. Por ejemplo; un premio después de sacar buena nota en un examen, tomarme un postre tras un día de duro trabajo, un regalo porque nos hemos portado bien con alguien...
Por su parte, lo contrario de refuerzo sería el castigo, es decir, algo que hace que no volvamos a repetir una conducta: que nos dejen de hablar cuando nos comportamos mal, que nos peguen una torta por contestar de manera desagradable, que nos despidan del trabajo por no cumplir nuestros horarios...
El concepto de intermitente hace referencia a que estos refuerzos no se dan de manera constante, sino de forma discontinua o interrumpida.
Por lo tanto, esta dinámica se refiere a que a veces nos dan premios por nuestro comportamiento, pero a veces no de forma aleatoria. Esto que en principio puede parecer normal e inocente, puede producir un enganche muy fuerte alterando el comportamiento de la persona que lo sufre.
Entonces, ¿cómo funciona exactamente este patrón? La persona que lo hace premia a la víctima tras hacer una determinada acción, a veces sí, a veces no. Pongamos un ejemplo para que sea más sencillo de entender:
La persona que te gusta te hace muchos halagos, es muy atenta, está pendiente de ti, le gusta todo lo que haces y estáis muy a gusto juntos. Sin embargo, un día sin que haya pasado nada esa persona comienza a estar más fría, distante, menos atenta y, por supuesto, no hace nada por verte.
¿Cómo crees que te haría sentir esta situación? Probablemente, estés pensando en emociones como la tristeza y la decepción, pero la emoción más fuerte en esta ocasión es la confusión. En estas situaciones, no entendemos cómo es posible que haya cambiado tanto todo y nos ponemos a pensar dónde hemos fallado y aparece la culpa.
Para paliar esta culpa, lo que normalmente solemos hacer es ser más agradables, complacientes e insistentes con la persona que se aleja. Como ya explicamos en el artículo sobre el Love Bombing, para nosotros el refuerzo es muy importante y nuestro cerebro va a hacer lo que haga falta por recuperarlo porque interpreta que es algo bueno para nuestra supervivencia
Al tiempo la persona vuelve a estar como antes: atenta, cariñosa, habladora… y sientes alivio porque no había pasado nada grave. Sin embargo, como era de esperar, esta dinámica se repite al poco tiempo, haciéndote sentir mucho malestar y provocando que busques su afecto de manera obsesiva.
Es muy difícil salir de este tipo de reforzamiento porque genera mucho enganche. Cuando se nos premia alguna conducta de manera continua, es decir, siempre que la hacemos (por ejemplo, siempre que hago una presentación en público me aplauden) no sentimos ansiedad porque podemos anticipar lo que va a pasar antes de que suceda.
Sin embargo, cuando se nos refuerza a veces sí y a veces no sin ningún tipo de patrón que lo explique, nuestro cerebro queda confuso y busca razones haciendo que nunca lleguemos a desconectar.
Este tipo de reforzamiento lo encontramos en afecciones como la ludopatía. El ludópata que juega a las máquinas tragaperras también es víctima de este reforzamiento, ya que a veces gana y a veces no. Esto hace que juegue de manera compulsiva y que repita todas aquellas cosas que pueden afectar a que se le premie; sin embargo, gana de manera aleatoria, así que todas esas acciones no funcionan para nada.
Se dice que este tipo de reforzamiento es el que provoca las emociones y conductas más fuertes, por eso es normal que te cueste salir de este tipo de dinámicas, sobre todo en las relaciones interpersonales.
El reforzamiento intermitente produce múltiples consecuencias:
Este tipo de dinámica fomenta las relaciones tóxicas que tienen un desajuste de poder, ya que una persona es la que domina, mientras que la otra solo acepta esta situación sin poner límites.
Este refuerzo genera mucha ansiedad y confusión, haciendo que los periodos en los que la persona no recibe afecto se sienta muy desdichada.
Como la persona no entiende por qué ha habido un cambio, tiende a pensar que ha sido su culpa y que puede enmendarlo con avalanchas de cariño, que la mayor parte de las veces no van a ser correspondidas. Esto también va a engendrar mucho dolor.
Estas dinámicas pueden durar mucho tiempo, ya que como la persona que lo sufre está cegada puede aguantar mucho alargando la situación.
En esta vorágine la víctima se centra en ser complaciente con la persona que realiza el refuerzo, olvidándose del resto de su entorno.
Al igual que deja de pensar en el resto, en sus relaciones, deja de pensar en sí misma, poniéndose siempre por detrás de la otra persona y no priorizando nunca sus necesidades.
El primer paso para poder zafarnos de este tipo de dinámica es detectarla. Para hacer esto podemos fijarnos en ciertas señales como: que la persona se vaya y vuelva de manera continua, que no sepamos nunca cuando va a estar y cuando no, que sintamos mucha ansiedad en esa relación…
El segundo paso es tomar conciencia del daño que nos ocasiona fomentar este patrón y tratar de ver las consecuencias que pueden tener estos comportamientos a largo plazo sobre nuestra autoestima y bienestar.
El tercer paso es aumentar nuestros reforzadores en otros ámbitos de nuestra vida o en otro tipo de relaciones más sanas. Si nosotros no estamos vacíos de apoyo, no buscaremos de manera obsesiva el cariño de las personas que nos hacen daño.
Para esto es importante fomentar el autocuidado, hacer actividades que nos hagan sentir bien, probar nuevas experiencias, tratar de llevar una vida sana…
El cuarto paso es alejarnos de esta persona. Para esto el contacto cero puede ser esencial, ya que nos permite construir de nuevo nuestra realidad sin hacerla girar alrededor de esa persona.
Y, el último paso, es trabajar nuestra autoestima. Tras un tiempo alimentando esta pauta, la víctima queda con una autoestima muy poco sana. Esto es así porque ha aprendido a ponerse un escalón por debajo de la otra persona, adquiriendo el pensamiento de que es inferior o que merece menos que el resto.