Laura Ruiz Mitjana
Redactora
Blog>Familia y pareja>Relaciones tóxicas
Son muchas las causas que nos llevan a iniciar y mantener este tipo de relaciones, como la dependencia emocional, la baja autoestima, una crisis existencial, un estado depresivo, dificultades para poner límites (falta de asertividad), etc.
Además, tengamos en cuenta que nos vinculamos a través de la complementariedad; es decir, las relaciones y los vínculos que mantenemos no son casuales. Si por ejemplo yo no estoy bien, o si tengo un vacío, buscaré a alguien para sentirme mejor y llenar ese vacío. Pero, ¿qué más sabemos de las relaciones tóxicas? ¿Cómo las detectamos? ¿Es posible salir de ellas?
Las relaciones tóxicas son aquellas que generan sufrimiento en la persona, pero que, sin embargo, esta se siente incapaz de dejar. Se dan en todos los ámbitos; en la pareja, en las amistades, en la familia, en el trabajo… Sin embargo, cuando hablamos de “relaciones tóxicas”, en general pensamos en una relación de pareja, un ámbito en el que son muy frecuentes.
En un artículo de José Alonso Andrade y colaboradores (2013), por ejemplo, los autores describen este tipo de relaciones como “aquellas en las que sus miembros experimentan mayores disgustos que placeres”. Además, en el seno de este tipo de relaciones habitan un gran número de distorsiones cognitivas y creencias disfuncionales como “sin ti no soy nada”, “mi pareja debe hacerlo todo por mí” o “si es celoso es porque me quiere”.
En el seno de la pareja, hablamos de relaciones donde suele predominar un patrón de dependencia emocional en uno o ambos miembros. El psicólogo Walter Riso, por ejemplo, habla del apego como esa dependencia emocional en su libro “¿Amar o depender?” (2003), y lo describe como “una vinculación mental y emocional (generalmente obsesiva) a objetos, personas, actividades, ideas o sentimientos”.
Este tipo de relaciones generan sufrimiento y malestar, pero “enganchan”. Con frecuencia, enganchan tanto porque tenemos carencias que, inconscientemente, cubrimos con este tipo de relaciones, o porque hemos desarrollado un apego inseguro que nos lleva a patrones de este tipo a la hora de vincularnos con las personas.
También pueden basarse en un patrón de refuerzo intermitente; el conocido “una de cal y otra de arena”, que consisten en ciclos de placer y sufrimiento que se alternan. Es decir, la otra persona nos da algo que anhelamos mucho (amor, compañía…), pero de repente, o bien nos lo quita, o bien nos machaca de algún modo (a través de reproches, silencios castigadores, indiferencia…).
Si esta dinámica tóxica se ha instalado de forma progresiva, nos acabamos acostumbrando a ella, y cuando estamos en la fase de sufrimiento, estamos en realidad esperando la fase de refuerzo (como si de una droga se tratase), que es lo que precisamente nos engancha (esa intermitencia).
Y por supuesto, en el extremo de este tipo de relaciones encontramos el maltrato, ya sea físico, emocional o ambos. La falta de respeto siempre es señal de toxicidad.
¿Cómo podemos saber que estamos en una relación tóxica? Por supuesto, si hay maltrato de cualquier tipo, estamos ante una relación tóxica. Pero a veces las señales no son tan evidentes, y tienen que ver con cómo nos sentimos en este tipo de relaciones. Por eso conectar con nuestras emociones, con cómo nos sentimos con esa persona (y después de estar con ella) es clave. Algunas de estas señales que pueden ayudaros son:
Son relaciones que no nos aportan “nada”, salvo ese enganche y esos pequeños momentos de placer (que, recordemos, son intermitentes). Es decir, no son relaciones nutritivas, que nos hagan sentir bien o que nos proporcione algún aprendizaje.
Después de estar con esa persona (también puede ser un amigo, un familiar…), nos sentimos sin energía. Pero no en el sentido de “hemos hecho muchas cosas y nos hemos cansado”; no. Más bien, nos sentimos como si un vampiro nos hubiera chupado la energía. Fatigados, tanto física como mentalmente.
Son también relaciones que nos obsesionan; “nunca estamos del todo bien”, pero tampoco “del todo mal” (salvo en relaciones con maltrato, donde sí nos sentimos realmente mal casi siempre). Así, nos obsesionamos con ellas; con “qué” podemos hacer para arreglarlas, o para salir de ellas. Sin embargo, nunca encontramos la solución, y seguimos ahí, sufriendo y pasándolo mal con “pequeños momentos buenos” (que son, por supuesto, insuficientes).
Otra señal de relación tóxica es que en el fondo, son relaciones que no nos llevan a ninguna parte. Es decir, no nos hacen madurar ni crecer como personas, y no acaban llegando a buen puerto, por mucho que “aguantemos” en ellas. No cambian, no mejoran, no aportan ni evolucionan. Tan solo restan y nos hacen perder el tiempo.
Encontramos diferentes tipos de relaciones tóxicas. Hemos seleccionado cinco:
En este caso, los dos miembros de la relación dependen del otro. Esto puede ser con dos perfiles sumisos pero también con uno dominante y el otro dependiente, porque en este segundo caso, en el fondo el “dominante” también “necesita” al otro, y precisamente esto es lo que hace que la relación perdure. Y en el caso de que ambos sean sumisos, siempre priorizarán satisfacer al otro antes que su propio bienestar.
La forma de comunicar en estas relaciones tóxicas no es abierta ni sincera. Es una comunicación que tiene dos niveles, el explícito y el implícito, siendo estos dos niveles incoherentes entre sí.
Por ejemplo, una forma de comunicación pasivo-agresiva sería decir “no me importa que hayas quedado con tus amigas”, mientras la persona pone cara de desaprobación. En este caso, el lenguaje verbal y no verbal no encajan, y la “víctima” se siente confundida. Este tipo de comunicación acaba generando malentendidos y un clima hostil.
Es la dinámica comentada en un apartado anterior; se trata de “dar una de cal y otra de arena”. Sería como “a veces estoy pendiente de ti y te doy todo lo que necesitas” y otras “no te hago caso, no te digo nada, actúo como si para mí fueras indiferente”.
Esto es muy dañino y al verlo escrito lo vemos muy evidente, pero cuando estamos inmersos en esta dinámica es más difícil de ver y más fácil de engancharnos a ella. La persona que recibe el refuerzo intermitente se encuentra constantemente esperando el refuerzo de su pareja, que llega pero solo a veces.
Otro tipo de relación tóxica es aquella que persiste “gracias” al miedo. Por ejemplo, miedo de una de las partes (o de ambas) a dejar la relación, aunque realmente no quieran estar en esta relación; también, miedo a hacer X cosa o decir X cosa y que la otra persona se enfade, o miedo a que la otra persona se aleje. Por supuesto, cuando el miedo es lo único que mantiene una relación, hablamos de toxicidad
En general en casi todas las relaciones tóxicas hay manipulación por parte de uno o ambos miembros de la pareja. Manipular implica intentar conseguir algo que le beneficia a la persona que manipula a través de métodos poco claros, distorsionando o maquillando la realidad o explotando a la otra parte. La víctima en este caso se sitúa, de forma automática, en una posición de desigualdad.
Hay muchas formas de manipular; a través del engaño, contando solo una parte de la verdad, incitando a la otra persona a pensar cosas que en realidad no son, haciéndole dudar de su propia opinión (es lo que se conoce como el gaslighting o luz de gas) o manipulándole a través del silencio (con los silencios castigadores, conocidos como “la ley de hielo”).
Para salir de una relación tóxica es importante hacer un ejercicio de introspección, hacernos preguntas reflexivas y sobre todo, dejar de autoengañarnos. A veces necesitaremos terapia psicológica, para poder identificar estas señales de toxicidad en la relación y activar recursos que nos permitan empezar a buscar lo que realmente nos hace feliz, y dejar la relación.
Os planteamos algunas ideas para empezar a salir de una relación tóxica:
Y recuerda, una relación saludable es algo que eliges con libertad, no algo que toleras por miedo a no tener algo mejor. ¡Empieza a escoger lo que de verdad quieres para tu vida!
Andrade, J.A., Castro, D.P., Giraldo, L.A. y Martínez, L.M. (2013). Relaciones tóxicas de pareja. Psicologia.com, 17(2), 1-15. Extraído de http://hdl.handle.net/10401/6149
Riso, W. (2003). ¿Amar o depender?: cómo superar el apego afectivo y hacer del amor una experiencia plena y saludable. Editorial Norma.
Rodríguez de Medina, I. (2013). La dependencia emocional en las relaciones interpersonales. ReiDoCrea: Revista electrónica de investigación y docencia creativa, 2: 143-148.