Patricia San Valero
Psicóloga en Psyfeel
La responsabilidad afectiva se define como el comportamiento social y relacional que asienta sus bases en pilares como el respeto, el equilibrio y el cuidado mutuo con el objetivo de crear vínculos afectivos sanos del tipo que sean, huyendo de dinámicas tóxicas.
Aunque esto pudiera parecer lo más lógico dentro de las relaciones humanas, no es lo que más se destila, ya que la falta de conocimientos y habilidades sociales de muchas personas unidas a la falta de empatía hacen que los comportamientos tóxicos estén a la orden del día.
Por su parte, las redes sociales y su auge en los últimos tiempos no han hecho más que fomentar comportamientos irresponsables debido a la despersonalización que nos aporta relacionarnos a través de pantallas.
Aunque el término de responsabilidad afectiva se puede aplicar tanto a las relaciones amorosas como de amistad, laborales y familiares, el término proviene desde el campo del poliamor.
En los años 80, con el auge de las relaciones poliamorosas, surge la necesidad de crear unos códigos que permitiesen a estas personas vincularse de manera sana y ética. Los valores monógamos estaban claros desde hacía siglos y despojarnos de ellos no era tarea sencilla.
Fruto de todo esto, se extendía por la sociedad la imagen de que las personas que practicaban el poli amor se movían por la sociedad sin valores, solo cuidándose a sí mismos y siendo irresponsables con aquellos que eran como ellos.
Con el tiempo este imaginario común ha ido cambiando, ya que el surgimiento de nuevas formas de relación, más allá que la tradicional, nos ha otorgado la perspectiva de la importancia de ser prudentes en nuestras relaciones íntimas con el fin de que nadie salga dañado.
A día de hoy, nos encontramos que hemos creado una sociedad que mercantiliza a las personas como si fueran productos que están ahí para paliar o satisfacer nuestras necesidades.
Esta forma de concebir las relaciones solo provoca que nuestros vínculos estén instrumentalizados y no atendamos como corresponde a las necesidades del otro. Así se generan dinámicas tóxicas, que no solo generan sufrimiento y malestar a otros, sino también a nosotros mismos y nos convierten en seres más torpes a nivel social.
Es por esto, que para evitar estos patrones, sea cual sea el vínculo que queramos crear, debemos tener el concepto de responsabilidad afectiva en mente.
Para practicar de forma activa esta responsabilidad debemos ser muy conscientes de nuestros actos y de cómo, finalmente, van a repercutir en el otro. A pesar de que esto pueda parecer complicado, no lo es, ya que los seres humanos somos seres empáticos y comunicativos, lo que nos aporta la información necesaria para movernos dentro de las relaciones de una forma sana y respetuosa.
La responsabilidad afectiva es algo que se encuentra al alcance de todo el mundo con un poco de formación y práctica. Te dejamos aquí unas pautas para que las uses en tus vínculos para hacerlos más fuertes y sanos:
La comunicación es la base de toda relación sana. Muchas veces es la falta de esta la que provoca sufrimiento en nuestras relaciones, ya que tendemos a pensar lo que piensa el otro sin preguntárselo. Sin embargo, esta forma que tiene nuestro cerebro de rellenar los espacios sin información no siempre funciona ni es fiable, por lo que comunicarnos de manera efectiva es la forma más fácil de entendernos.
La comunicación, por otra parte, no vale en cualquiera de sus vertientes. Esta debe ser asertiva y huir de otros estilos comunicativos, como los pasivos o los agresivos, ya que, aunque son comunicación igual, no persiguen los mismos objetivos y tampoco consiguen los mismos resultados.
Tampoco debemos tenerle miedo a las conversaciones incómodas porque son gracias a estas a las que llegamos a relaciones sanas donde la paz es el sentimiento predominante.
Como hemos mencionado anteriormente, ser responsable no es una tarea que requiera mucho estudio, sino mucha comunicación y empatía. Si nosotros sabemos de las necesidades de la persona que tenemos al lado por lo que nos las ha comunicado y, además, nos movemos desde la empatía, vamos a saber qué es lo que debemos hacer.
La empatía nos pone en una posición privilegiada, ya que permite que entendamos la experiencia emocional de la otra persona sin necesidad de estar viviendo su misma situación. Este entendimiento nos ayuda a saber qué es lo que podemos hacer para no dañar o al menos hacerlo de la mínima forma a la otra persona.
En las relaciones, sobre todo en las más íntimas, se pueden dar dinámicas tóxicas que comprometan la salud de nuestros vínculos. Es normal que esto pueda pasar, ya que somos humanos y como tales, seres falibles; sin embargo, lo que nos caracteriza es qué hacemos ante ellas.
Ante este tipo de patrones lo recomendable es saber detectarlos, pararlos y abordarlos con la persona a través de la empatía y el perdón.
Por supuesto, en este apartado no podemos olvidarnos de la importancia de marcar límites que permitan que las personas implicadas se sientan en un espacio seguro.
Tener los límites claros, tanto los propios como los de la otra persona, hace que nos sintamos más confiados a la hora de actuar porque conocemos lo que podemos hacer y no, al igual que la otra persona.
Un aspecto fundamental es validar al otro respectando su experiencia emocional. Lo que nosotros sentimos no es lo único que está ocurriendo en el plano relacional y tampoco lo más importante.
Por esto, es fundamental buscar el equilibrio que permita dar un espacio sano a las sensaciones y pensamientos de todos los implicados.
En las relaciones no solo hay una persona que falla, sino que todos estamos expuestos a la posibilidad del error. Es por esto que lo normal dentro de nuestra experiencia social es que surjan conflictos que haya que abordar.
Que existan no quiere decir que la relación, del tipo que sea, sea un fracaso, sino que se están explorando límites no conocidos que habrá que abordar para que las personas se sientan cómodas. Estas situaciones fortalecen los vínculos si se afrontan bien.
Las relaciones, como seres sociales que somos, generan en nosotros muchas emociones y pensamientos. Es por esto que al cuidar nuestros vínculos debemos encontrar una perspectiva que atienda tanto a la experiencia emocional como a la razón.
Otorgarle el peso solo a una de estas es un error, ya ambas tienen un papel fundamental al que hay que darle espacio e importancia.
Si crees que no estás ejerciendo bien la responsabilidad afectiva o que, por otra parte, no lo están haciendo contigo, trata de seguir estas pautas. Si finalmente esta situación se te hace muy cuesta arriba, es recomendable que acudas a un profesional que te enseñe de forma práctica como poner en acciones todo lo que te acabamos de explicar.