Sonia González
Directora y psicóloga en Psyfeel
Este tipo de violencia puede darse en todos los ámbitos: escolar, laboral, relaciones de pareja o amistades, familiar…
En este artículo mostramos con detalle qué es la violencia psicológica, qué tipos existen, las causas, las consecuencias y el tratamiento de las secuelas de sufrir violencia psicológica.
La violencia psicológica es un tipo de violencia sin contacto físico. La violencia psicológica puede manifestarse verbalmente mediante humillaciones, descalificaciones o desvalorizaciones hacia la persona. También puede expresarse a través de conductas de control, acoso o expresiones faciales y corporales de desprecio y humillación.
La persona que habitualmente ejerce violencia psicológica lo que busca es reducir los recursos de la víctima para ir poco a poco controlándola y manejándola a su antojo. Con el tiempo, la persona afectada acabaré creyéndose todas las cosas que el maltratador ha podido decir. Si además la víctima ya padecía una baja autoestima y una gran dependencia emocional hacia las personas, el impacto puede ser mucho mayor.
La violencia psicológica puede ejercerse de muchas formas, algunos de los tipos más comunes son las amenazas, el chantaje, las humillaciones o las burlas, os insultos o los gritos, las comparaciones con otras personas o las conductas de control y desprecio.
Las amenazas buscan coaccionar a la persona y conseguir algo incitando miedo a la persona. Un ejemplo de amenaza que puede darse en el instituto es “si no me das el bocadillo le diré a todos que te haces pis en la cama”.
También puede haber violencia psicológica en forma de chantaje. En este caso el maltratador intenta que la persona se sienta culpable y haga lo que él quiera. Por ejemplo, en la violencia hacia la pareja un ejemplo puede ser “¿vas a salir con tus amigos y me dejas aquí?”.
Las humillaciones o burlas con o sin otras personas delante también son un tipo de violencia psicológica. Por ejemplo, “¿no te das cuenta de lo ridícula que eres?, cuéntales a todos lo que has hecho”.
Los insultos también son una forma común de violencia. “Tonto”, “retrasada”, “inútil”, “no vales para nada”, “eres un ogro”… Igualmente los gritos también muestran violencia y falta de respeto hacia el otro.
Igualmente, a veces es común que haya comparaciones con otras personas. Por ejemplo, en violencia doméstica, “¿por qué no eres igual que tu amiga Marta?”, “hay que ver que me ha tocado el hijo más tonto, ya podrías ser como tu primo”.
Las conductas de control sobre con quién o cuándo puedes salir, cómo te tienes que vestir, qué tienes que hacer o cómo tienes que actuar, qué tienes que decir, entre otras, son otro tipo de violencia.
Asimismo, algunas conductas del maltratador suponen un desprecio indirecto hacia la persona: caras de asco o de desprecio, empujones, ignorar a la otra persona…
La violencia psicológica, sin pruebas de ningún daño como en el caso de la violencia física, ataca fuertemente la psique de la persona, afectando a sus emociones, sentimientos y pensamientos. Que no se vea no quiere decir que no duela y es que la violencia psicológica va atacando poco a poco hasta hundir a la persona, dejando marcas en la personalidad, la forma de ser, de sentir y de actuar de la persona.
No se puede comparar la violencia física con la psicológica. Ambos tipos de violencia tienen fuertes consecuencias para la persona. Ninguna es peor que la otra, porque la afectación en la persona es muy fuerte en ambos casos.
La violencia psicológica comúnmente empieza poco a poco, de una forma sutil. La persona habitualmente no se da cuenta de lo que está sufriendo, hasta que se encuentra envuelta en una situación complicada que le genera miedo, desconfianza y a la vez dependencia hacia la otra persona.
Pero, ¿por qué el maltratador se convierte en maltratador? Muchas han sido las hipótesis sobre qué lleva a una persona a someter a otra de esta forma.
Generalmente, la persona que realiza violencia psicológica tiene poca empatía. Es decir, difícilmente se pondrá en el lugar de la otra persona. Suelen ser personas con problemas para gestionar sus propias emociones, que hayan tenido una infancia complicada o una educación deficiente por parte de sus padres, que hayan tenido carencias afectivas o que hayan visto violencia en su entorno. También suele estar relacionado con la falta de control de impulsos y a veces el alcoholismo y la drogadicción.
Esta violencia psicológica se puede identificar habitualmente en la víctima de diversas formas.
Es común que quien haya sufrido violencia psicológica tenga una muy baja autoestima e inseguridad. Es decir, la persona al final se cree las cosas que le han dicho. Si una vez te dicen que eres tonto o que no vales nada, puede que no te lo creas. Si te lo repiten constantemente seguramente te lo acabes creyendo.
Si te lo crees, además, puede ocurrir que acabes por defender a la persona que ha ejercido violencia sobre ti. Esto también puede ser señal de dependencia emocional.
También suele aparecer estrés, ansiedad, síntomas depresivos o de culpa o incluso pensamientos suicidas.
Seguramente reprima estos sentimientos por miedo a las posibles consecuencias o porque la persona que ejercía la violencia minimizaba estos sentimientos o le hacía reprimirlos.
En ocasiones puede que estos síntomas se manifiesten a través del cuerpo, mediante somatizaciones. Por ejemplo, una persona que ha sufrido violencia psicológica puede tener dolores de cabeza o problemas digestivos, el cuerpo expresa lo que psicológicamente la persona no ha expresado. Por lo tanto, afecta también a nivel de salud física.
Habitualmente la persona puede presentar una notada inestabilidad emocional, llorar sin motivo aparente o estar más irritable de lo normal, no poder controlar sus impulsos o sus emociones.
Todo ello suele también influir en las relaciones sociales con los otros o afectar académica o laboralmente.
En definitiva, la violencia psicológica compromete la totalidad de la persona y puede afectar todos los ámbitos de la vida, dejando a la persona vulnerable y expuesta a cualquier dificultad social, emocional, personal o laboral.
Lo primero de todo es darse cuenta y reconocer que eres una víctima. Es algo difícil, puedes sentirte incluso culpable por haber entrado en el juego de la otra persona. No obstante, cualquier persona puede ser víctima, sin tener que tener ninguna característica particular. Reconocer que has vivido lo que has vivido es el primer paso para conseguir aceptarlo y superarlo.
Es difícil, pero necesario. Tienes que alejarte de quien te haya maltratado psicológicamente. Quedarte al lado solo dificultará más aún las cosas. Es el momento de empezar el cambio.
Después de pasar por algo así es normal que existan consecuencias. Estas consecuencias a menudo son emocionales. Puede que te sientas mal con uno o muchos aspectos de tu persona o de tu vida. Piensa en las cosas que te dices sobre ti mismo. También piensa en las cosas que has perdido en ese proceso de violencia. Muchas veces cuando estamos mal nos alejamos de amigos o familiares, dejamos actividades de ocio, laborales o formativas, entre otras cosas. Es importante que veas el impacto que la violencia psicológica ha tenido para ti.
No consiste en pensar en positivo, sino en pensar de forma realista. Seguramente te hayas creído todo lo malo que esa persona haya dicho de ti. Es una opinión subjetiva, que no tiene por qué ser la realidad. Comprueba si las cosas que criticas de ti son defectos objetivos o subjetivos.
Retoma tu vida y las cosas que te gustaba a hacer, o haz aquellas que nunca te atreviste a realizar. Recupera tus amistades o la relación con tu familia, vuelve a las actividades que has abandonado, busca nuevas formas de sentirte bien.
Es importante en este proceso contar con el apoyo de la gente querida. Pero esto a veces no es suficiente. Si has pasado o estás pasando por todo esto y no sabes cómo escapar de este círculo, pide ayuda profesional. ¡Existe salida!