Sonia González
Directora y psicóloga en Psyfeel
La salud es algo que a todos nos preocupa en mayor o menor medida. En el fondo, todos tenemos miedo a padecer alguna enfermedad, sobre todo porque suele haber un miedo más grande detrás: el miedo a la muerte.
No obstante, en nuestro día a día no pensamos continuamente en que padecemos una enfermedad. Si tenemos algunos síntomas, vamos a un profesional y esperamos y confiamos en que nos digan lo que padecemos, sin hacer hipótesis catastróficas.
Una persona hipocondríaca, por el contrario, vive convencido de que padece o se está desarrollando una enfermedad grave en su organismo. Se obsesiona con la idea de que esto pueda pasar y, cualquier pequeño indicio de enfermedad, supone un proceso de búsqueda de información y de acudir a especialistas de la salud.
No hay una causa única para ser hipocondríaco. Normalmente es un cúmulo de situaciones y experiencias vividas a lo largo de nuestra vida.
Si en tu historia familiar, por ejemplo, hay experiencias de personas que han sufrido una enfermedad grave, es probable que aumente tu miedo. El estar cercano a la situación hace que la veamos como más probable de lo que en realidad es.
Por otra parte, haber sufrido experiencias propias de problemas de salud suele ser un desencadenante. También puede serlo el haberlo presenciado en otra persona de cerca.
Del mismo modo, si las personas de tu entorno también son propensas a preocuparse en exceso, puedes acabar aprendiendo este patrón de preocupación y desarrollar hipocondría.
Igualmente, la baja tolerancia a la incertidumbre, la tendencia a la sugestión o la ansiedad o el haber aprendido a catastrofizar en exceso suelen ser características aprendidas, que lleven a la persona a tener una mayor preocupación.
La angustia que genera el pensamiento de tener una enfermedad supone un gran malestar e inestabilidad en la persona. Seguramente vivirá las situaciones con ansiedad y/o depresión. Es común, en este sentido, que se experimenten ataques de ansiedad.
En un ataque de ansiedad, la persona, ante la presencia de síntomas físicos de ansiedad, acaba interpretando que esas sensaciones físicas significan que está a punto de morirse. Por ejemplo, si aumentan las palpitaciones de su corazón, podrá pensar que le está dando un infarto o, si siente que le falta el aire, pensará que se va a asfixiar.
A menudo, el estar tan pendiente de su salud física, acaba afectando y distrayendo a la persona en otros ámbitos: académico, laboral, familiar o de amistades.
De esta forma, el hipocondríaco pierde mucho tiempo en analizar su cuerpo, informarse sobre enfermedades, y también en acudir a profesionales sanitarios que puedan confirmar su diagnóstico.
En ocasiones también tendrá conflictos con dichos profesionales, ya que puede sentirse enfadado o irritable ante la idea de que no le confirmen una enfermedad que está convencido de que existe. Pensará que le engañan, que no quieren ayudarle o que no le comprenden.
La hipocondría puede confundirse con otro trastorno parecido: la nosofobia. En la nosofobia, la persona, tiene un miedo irracional y desmesurado a padecer una enfermedad (pero no está convencido de que padece esta enfermedad, como ocurre en la hipocondría). Sin embargo, al contrario que el hipocondríaco, evitará confirmar su diagnóstico y conocer cualquier cosa relacionada con la enfermedad.
Es difícil, pero necesario. Si tienes la sospecha de que eres hipocondríaco, es importante que analices cómo puedes demostrarlo y que lo reconozcas. Busca pruebas que confirmen que puede ser hipocondría. Estas pruebas pueden ser, por ejemplo, los resultados de las pruebas físicas que te han realizado, el empezar a entender algunas sensaciones físicas como algo biológicamente normal…
Cuando estamos preocupados por la salud, automáticamente, tendemos a acudir a google u otros buscadores de internet para encontrar una explicación a los síntomas que padecemos. No obstante, solo un especialista puede darte una respuesta más real a tu problema.
En los buscadores encontrarás muchas explicaciones diferentes pero, normalmente, se centrarán en hablar sobre temas más serios, negativos o importantes. Sin embargo, quedarnos con esta parte de la realidad no es realista, ya que un mismo síntoma puede estar presente en muchas enfermedades.
Cuanta más atención le pones a algo, más grave parece. A veces hacemos una montaña de un grano de arena, vamos magnificando más y más hasta que nos desbordamos. El drama solo nos lleva a tener un pensamiento distorsionado y claramente pesimista sobre la realidad, pero nos impide ver otros puntos de vista más realistas.
Es común que tendamos a contar al resto nuestras preocupaciones. Sin embargo, el excesivo drama contado a personas que suelen tener las mismas preocupaciones, puede llevarnos a una situación más descontrolada. Estas personas pueden acabar alimentándonos en nuestra preocupación, intensificando el problema.
Analiza lo que piensas y cómo te afecta. A veces nos creamos la película sin tener pruebas de que es una escena real. Si llevas tiempo intentando encontrar estas pruebas y no has conseguido confirmar tu diagnóstico, puedes empezar a dudar de algunos de tus pensamientos. Analiza si estás magnificando el problema, si tienes pruebas objetivas y reales para pensar lo que piensas, si estás adivinando el futuro o creando conclusiones precipitadas.
A veces es necesaria la ayuda de un profesional de la psicología. Seguramente, los profesionales a los que hayas acudido te hayan hablado de ello. Es importante que, en el caso de que la situación te desborde, pidas otro punto de vista y, en tal caso, comiences una terapia psicológica.