Sonia González
Directora y psicóloga en Psyfeel
El Duelo es un proceso de adaptación a una pérdida. Teniendo en cuenta esto, podemos considerar que existen, por una parte, distintos tipos de duelo según el tipo de pérdida que experimenta la persona.
Es el tipo de pérdida más común y, como te puedes imaginar, es el duelo que experimenta una persona que ha perdido a un ser querido por fallecimiento. Puede darse a todas las edades (incluso en la infancia) e involucra a la persona en un dolor profundo y un vacío existencial. Cuando perdemos a un ser querido tenemos que reorganizar toda nuestra vida y construir un mundo sin esa persona y esto es muy complicado. Un duelo «normal» por fallecimiento pasa por las distintas fases del duelo hasta llegar a la aceptación de la pérdida.
Cuando perdemos una relación o un vínculo con otra persona que para nosotros era importante, también tenemos que caminar por un proceso de duelo. Y es que este tipo de pérdida también supone un antes y después en nuestra vida. También tenemos que construir un nuevo mundo sin esa persona.
El duelo por una pérdida sentimental (de pareja) o relacional (de amigos o familia) también supone atravesar las fases del duelo. Podemos experimentar en un primer momento negación (no queremos hacernos a la idea de que el vínculo se ha terminado). Posteriormente, puede aparecer la ira (contra nosotros por no haber sabido arreglar a tiempo la relación, contra la persona por habernos dejado o contra otras personas que podamos considerar responsables de la pérdida). En otro momento, intentamos la negociación (o intentos de arreglar el vínculo). Al darnos cuenta de que no hay vuelta atrás, llega la depresión (al darse cuenta de que el problema no se va a solucionar) y, finalmente, la aceptación (al rehacer nuestra vida).
Este tipo de pérdida ocurre cuando una persona pierde capacidades físicas o mentales, generalmente derivado de una enfermedad o accidente. Por poner un ejemplo, la persona a la que tienen que amputar una pierna tras un accidente va a perder determinadas capacidades físicas; o la persona que ha tenido un traumatismo craneoencefálico puede perder algunas capacidades mentales (la memoria, la atención…) o también físicas (como alguna afección en la vista por un golpe en la zona occipital).
Perder capacidades también requiere de un proceso de duelo. Nos tenemos que adaptar a la nueva situación en la que esas capacidades ya no están y tenemos que reconstruir una vida un poco distinta.
Este duelo hace referencia a las pérdidas experimentadas según la persona va envejeciendo. Aunque son cambios normales, no todo el mundo acepta de igual forma los cambios que supone la vejez.
Estas pérdidas se refieren a capacidades mentales (como la memoria) o aspectos físicos (como la menopausia) y capacidades orgánicas (como por ejemplo los problemas para caminar en la vejez).
Perder un empleo también supone un estado de duelo, por las consecuencias que implica. Perder el trabajo, sobre todo si la persona llevaba mucho tiempo en él, implica pérdida de ingresos, pérdida de un estilo de vida y, en ocasiones pérdida de otros aspectos materiales (tener menos dinero implica no poder comprar cosas que antes comprábamos o no poder pagar el alquiler del piso, por ejemplo) y personales (relaciones sociales con las personas del trabajo).
Por ello, también requiere de una fase de duelo y adaptación a una vida sin ese trabajo. Significa hacerse a la idea de que ese trabajo ya no es nuestro y tenemos que cambiar un poco el camino que habíamos tomado.
Este tipo de duelo se refiere a las pérdida de objetos materiales o posesiones, como puede ser la pérdida de una vivienda. Todo tipo de pérdida lleva asociado un proceso de duelo y, en este sentido, también hay que adaptarse a una nueva vida sin aquello que hemos perdido.
Así mismo, podemos diferenciar varios tipos de duelo según su forma de presentación. En este sentido nos referimos al momento, la forma, intensidad o las características del Duelo. Los tipos más comunes son los siguientes:
El duelo anticipado es aquel que aparece antes de que la persona fallezca. Suele darse en familiares de personas con una enfermedad crónica (como puede ser el cáncer o el alzhéimer), donde se sabe que la persona va a morir irremediablemente.
La persona en duelo va pasando por las fases del duelo meses o años antes de que ocurra el fallecimiento. Por lo tanto, cuando llega el momento está más preparada y amortiguada emocionalmente que en casos de muerte imprevista.
Es un tipo de duelo largo, que depende del pronóstico de la persona enferma. En ocasiones el dolor de ver a la persona enferma es tal y las situaciones vividas tan intensas que la persona puede desear que fallezca y acabe todo el sufrimiento. La persona puede sentirse culpable por tener estos pensamientos y ser un poco egoísta, pero es algo totalmente comprensible por la situación.
Cuando llega el momento, habitualmente, no es tan doloroso como otro tipo de fallecimiento. La persona puede sentir alivio y descanso por todo lo que ha tenido que vivir.
O también llamado duelo patológico o duelo complicado, es un tipo de duelo en el que los síntomas no remiten con el paso del tiempo y pueden durar años.
La persona con duelo patológico no puede dejar de recordar y revivir los acontecimientos relacionados con la pérdida y no puede reconstruir su vida sin la persona que ha fallecido.
El Duelo sin Resolver es un tipo de Duelo similar al anterior. Más concretamente supone que la persona se ha quedado estancada en alguna de las fases del duelo y no es capaz de avanzar hacia la siguiente etapa.
Supone que la persona se queda atrapada en la negación (y no es capaz de creerse que la persona ya no está), en la ira (permanece enfadada consigo mismo, con el fallecido o con otras personas a las que echa la culpa de la muerte), en la negociación (es decir, intentando solucionar o hacer reversible la pérdida), o, más comúnmente, en la depresión (en la sensación de vacío y tristeza profunda, en el no poder rehacer una vida sin esa persona).
El Duelo Ausente es un Duelo Sin Resolver pero en el cual la persona se ha quedado concretamente estancada en la fase de negación. No es capaz de creerse la realidad de la pérdida y permanece en este estado durante mucho tiempo.
Esta negación puede llevarle a evitar toda aquella situación que esté relacionada con la persona o con su muerte, ya que no es capaz de hacerle frente a la situación de pérdida.
El Duelo Retardado es el duelo en el cual los síntomas no aparecen de forma inmediata a la pérdida, sino que aparecen meses o incluso años después. Es decir, el duelo se queda enquistado dentro de la persona y no se externaliza, tampoco la persona siente los síntomas.
Es un tipo de duelo que se suele dar en personas que sienten que hay temas que requieren su atención a corto plazo. Por ejemplo, una mujer que pierde a su marido puede considerar que sus hijos y el sacar adelante a la familia requiere una atención inmediata y deja el duelo congelado, enquistado.
No obstante, el dolor al final tiende a salir, nuestra mente y nuestro cuerpo siempre tenderán a proteger nuestra supervivencia. Este dolor saldrá en algún momento y los síntomas aparecerán. El atrasar el duelo supone que la dificultad de recuperación será mayor que en el caso de un duelo «normal».
En el Duelo Somatizado la persona también evita el dolor que supone la pérdida, pero lo hace de una forma distinta. La persona no es capaz a menudo de expresar sus emociones y sentimientos, estos no se externalizan y se quedan dentro de la persona. No obstante, el dolor psicológico se transforma en dolor físico, es decir, los síntomas y el dolor se manifiestan de otra forma.
En este sentido, pueden aparecer continuas quejas sobre dolores o problemas físicos (dolores de espalda, dolor de cabeza, dolor o problemas de estómago, mareos, etc.). Es lo que se llama somatizaciones.
Hablamos de Duelo Distorsionado cuando los síntomas y las reacciones de la persona son desproporcionados con la situación de pérdida. Es común que aparezca cuando la persona ha experimentado otra pérdida reciente y, al tener una nueva pérdida, revive la pérdida anterior ya que no ha elaborado todavía su duelo.
Por ejemplo, una persona ha perdido a su madre y unos meses después pierde a otro familiar (a su tío). En el momento de la segunda pérdida, la persona puede revivir la pérdida anterior y la intensidad del dolor se multiplica, siendo desproporcionada para la situación.
En el momento actual de COVID-19 es muy probable que aparezca este tipo de duelo. Y es que muchos estamos teniendo que pasar por múltiples pérdidas y, por consiguiente, por múltiples duelos. Los duelos acumulados se multiplican y esto multiplica a su vez el dolor y la dificultad de elaboración.
Este Duelo se llama Desautorizado porque supone que los síntomas y el dolor del duelo está desautorizado por parte de las personas que rodean a quien lo sufre.
Es decir, ocurre por ejemplo cuando la familia reprocha a la persona que lleve tanto tiempo sintiendo ese dolor, cuando consideran que ya debería haber pasado por todos los síntomas del duelo. También ocurre cuando la persona que ha fallecido llevaba asociado un estigma o la muerte supone en sí misma un estigma (por ejemplo en caso de muerte por suicidio).
Estos reproches y desautorizaciones hacen que la persona acabe reprimiendo los sentimientos y no los manifieste ni a su familia ni al resto del mundo, aunque en realidad no ha superado ese duelo. El no expresar los sentimientos hace que el duelo se complique y se enquiste.
Podemos hablar de otros tipos de Duelo, aunque los más comunes son los que hemos definido. Muchos sanitarios nombran y tratan con especial atención a algunos tipos de duelo, teniendo en cuenta las circunstancias del fallecimiento o la consanguinidad o parentesco con el fallecido.
Uno de estos tipos especiales es el duelo por la muerte de un hijo. Este duelo, por sus características, es considerado el «Duelo Imposible«. Y es que superar la muerte de un hijo es un proceso que va totalmente en contra e lo establecido, porque ver morir a la persona a la que un día diste la vida supone una ruptura con el proceso natural de la vida; las personas esperamos morir antes que nuestros hijos.
Y no solo eso, sino que habitualmente el sentimiento de un padre por su hijo es tan fuerte que que el aprender a vivir sin esa persona puede ser un reto imposible. Superar este tipo de pérdidas, por tanto, puede ser más duro e intenso que otro tipo de pérdidas. La pérdida de un hijo es de una las peores situaciones vitales que una persona puede atravesar y, habitualmente, requiere de la ayuda de un profesional.
Otro tipo de Duelo Complicado y especial es el Duelo por Suicidio o el Duelo por Homicidio. La naturaleza de la muerte es realmente importante a la hora de elaborar un duelo. Y es que este tipo de muertes son imprevistas e injustas. Esto a menudo desprende una serie de sentimientos de dolor, odio, culpabilidad o deseos de justicia. Todo ello hace más difícil la elaboración del duelo.
Además, en las muertes por suicidio hay un estigma social, que complica que la persona pueda hablar de forma abierta sobre la muerte. Esto lleva a enquistar el duelo, al no poder externalizarlo.
El dolor se incrementa si no hay un cuerpo que podamos identificar y asociar la muerte. Es decir, en situaciones de homicidios por secuestros o de suicidios donde la persona pérdida no aparece, el dolor es mucho más intenso y el duelo se suele alargar en el tiempo. La persona en duelo tiene siempre una pequeña esperanza de encontrar a su ser querido vivo y esto hace que no avance en las fases del duelo, sino que se quede en la primera fase de negación.
También merece atención el duelo gestacional o por aborto. En este caso la mujer embarazada ya había previsto su vida de maternidad y, de forma imprevista, se encuentra con la pérdida de su bebé. Aunque el hijo todavía no ha nacido, el sentimiento de maternidad ya ha llegado y la muerte supone un cambio en los planes, supone reestructurar de nuevo la vida. En ocasiones, además, después de este aborto la mujer se encuentra con la dificultad de volverse a quedar embarazada o de perder su fertilidad. Esto le lleva a experimentar un duelo de pérdida de capacidades y de afrontar la pérdida de su hijo.