Sonia González
Directora y psicóloga en Psyfeel
Un trastorno de personalidad es un patrón de pensamiento y comportamiento que adquiere la persona y que es a menudo inflexible y poco adaptativo. Las personas con trastorno de personalidad tienen problemas para relacionarse con la sociedad de forma adecuada, lo cual provoca conflictos en las relaciones sociales, las actividades de ocio, el trabajo o el ámbito de estudio.
A menudo son otras personas las que se dan cuenta de que el otro actúa de forma poco natural y razonable. La persona que lo padece se ha metido tanto su papel, que no se da cuenta de que no está actuando de la mejor manera. Por ello, es común que culpen al resto de sus problemas, como una forma de protegerse y porque no es en realidad consciente de ello.
Estos trastornos a menudo comienzan en la adolescencia o ya en la adultez. Esto ocurre porque es en este momento cuando empezamos a involucrarnos más en la sociedad, cuando tenemos que tomar más decisiones y nos abrimos al mundo.
Existen varios tipos de trastorno de personalidad, que están categorizados en tres grupos, según la similitud de los síntomas. Hay que tener en cuenta que una persona puede tener características de varios tipos de trastorno de la personalidad y que no es algo rígido e inamovible.
El trastorno límite de la personalidad está dentro de los trastornos de personalidad del grupo B, que engloba a que ellas personas con pensamientos y conductas excesivamente dramáticos, emotivos, inestables e impredecibles.
La personalidad límite implica un patrón de comportamiento y de pensamiento caracterizado por la inestabilidad y la impulsividad. Resumimos los síntomas más relevantes.
Aunque a simple vista no lo muestre, la persona con TLP suele tener una imagen personal muy frágil o inestable, es decir una baja autoestima: “soy malo”, “no sirvo para nada”, “nadie puede quererme”, “no soy bueno”, “estoy fuera de control”, “soy incompetente”, “soy débil y vulnerable”, “soy una víctima”...
Al contrario, tienen una imagen de los demás de superioridad: “los demás son fuertes”, “los demás son superiores”, “otros pueden hacerme daño”, “me van a rechazar o abandonar”.
Estas creencias de base les llevan a hacer algunas suposiciones: “si dependo de otros estaré bien, sino solo voy a sobrevivir”, “si hago lo que los demás quieren se quedarán conmigo, sino me abandonarán”, “si estoy atento los demás no me harán daño, si me despisto me abandonarán”, “si castigo a los demás cuando me enfado puede que se queden conmigo y que parezca que soy poderoso en el futuro”, “si intento no tener emociones negativas estaré bien, sino saldré loco”
En TLP hay una gran inestabilidad emocional. A menudo tienen cambios de ánimo muy bruscos, pueden pasar de estar muy bien a estar terriblemente mal. Igualmente pueden sentir un gran vacío emocional
Esto a menudo lo expresan con ataques de ira e irritabilidad, sobre ellos mismos o sobre los demás. Por ello a veces expresan sus emociones a través de autolesiones, como una forma de liberarse o de cargar la ira contra ellos mismos.
También es común que expresen su malestar con amenazas de suicidio (o incluso intentos de ello) para hacer sentir al otro culpable y llamar la atención. Esto es porque sus pensamientos hacen que tengan mucho miedo al abandono.
En cuanto a su conducta, la persona con TLP suele presentar comportamiento muy impulsivos o de riesgo. Esto es, por ejemplo, tener relaciones sexuales sin protegerse, problemas de juego o atracones de comida.
Suelen además presentar estrategias defensivas ante los pensamientos que tienen sobre ellos o los otros: desconfiar del resto, culpar a otros, evitar cosas complicadas, depender de otros, someterse mucho a los demás o bien dominarlos, evitar las emociones negativas, hacerse daño ante estas emociones...
A nivel social es donde la persona con TLP puede tener más problemas y presentar conflictos. Tienden a menudo a aferrarse a una o a unas pocas personas. Esperan de estas personas que estén en todo momento para ellas. Esto hace que cualquier “fallo” del otro se convierta en algo horrible y difícil de perdonar.
Si la persona siente que el otro ha fallado tendrá conductas de celos, de amenazas o de castigo. Es una forma de protegerse y también de mantener controlado al otro, porque si se siente abandonada se siente perdida.
Por todo ello las relaciones personales son intensas e inestables.
La personalidad se va desarrollando a lo largo de la vida. Hay dos cosas que interaccionan y que hacen que seamos como somos en la edad adulta:
Algunos rasgos de personalidad tienen que ver con genes heredados de nuestros padres, es lo que se llama “temperamento”. Por lo tanto, si en nuestra familia hay antecedentes de trastorno límite, es más probable que nosotros lo tengamos en un futuro.
Igualmente, algunas alteraciones hormonales (en la dopamina o la serotonina, entre otras) también pueden relacionarse con el TLP.
Pero, en el hecho de que tengamos este tipo de personalidad también influye el entorno en el que nos criemos: las experiencias vividas, las relaciones con los padres y los iguales, etc.
En este sentido, si hemos vivido experiencias de abuso, de abandono de los padres en la infancia o de bullying, entre otras, es más probable que desarrollemos esta personalidad.
Es una parte difícil, pero detrás de todo tu comportamiento hay algún miedo que no puedes controlar. Es importante que no evites pensarlo y que descubras qué es lo que ocurre.
No te calles tus miedos. Tampoco pienses que el otro no puede comprenderte, cuando no has probado a contarle lo que te ocurre. Hazle ver a los demás que tu comportamiento se debe a algo que no puedes evitar.
En estas situaciones es importante que busques ayuda profesional. Un psicólogo podrá ayudarte a entender lo que te ocurre y a cambiar el patrón de comportamiento, sobre todo en aquellas situaciones que son desadaptativas para ti.
Si uno de tus seres queridos tiene o crees que puede tener un trastorno límite de la personalidad, es normal que te sientas confundido e impotente por no saber qué hacer. Es una situación difícil de llevar. Te damos algunas pautas para poder ayudar a esa persona.
Aprende cómo esa persona actúa y entiende las causas que le llevan a hacerlo. Es posible que el miedo al abandono o a sentirse solo le hagan comportarse así.
La persona con TLP a menudo se siente incomprendida. Todos tenemos formas diferentes de pensar o de actuar. Puede que esa persona tenga una forma más intensa de expresar sus emociones, pero porque sean más fuertes no tenemos porqué invalidarlas.
Hazle ver que tiene derecho a tener esas emociones y a expresarlas. Escúchale sin juzgar.
Que validemos sus emociones no quiere decir que no podamos dar nuestra opinión. Dile tu punto de vista de forma clara y asertiva, sin atacar.
Es importante no utilizar un estilo de comunicación pasivo-agresivo, que le lleve a la confusión o a pensar que no le entiendes o le escuchas.
Seguramente necesitará ayuda profesional. Intenta hacerle ver la necesidad de ayuda y ofrécete a buscarlo con él. Ofrece tu ayuda, pero no se la impongas.
Si la persona no accede a ver el problema y crees que la situación es peligrosa, no dudes en pedir ayuda urgente. A menudo son otras personas y no la que tiene el trastorno las que se dan cuenta de que algo no va bien.